El día siguiente

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—No estoy de acuerdo. —La voz de Ione resonó por toda la sala de reuniones. Irene, con un gesto confuso, la miró sin entender. Después lanzó un suspiro, centrándose en abrir su botella de agua y darle un trago largo. — Creo que lo que propones no tiene mucho sentido a estas alturas, deberíamos darle una vuelta.

El líquido pasó por la garganta de Irene, deseando la madrileña que le calmase la ira interna que la estaba irritando, pero no funcionó. Para evitar un enfrentamiento, nada recomendable en el ambiente laboral y menos con su amiga, carraspeó un par de veces intentando ganar tiempo y aclarar sus ideas.

—¿Por qué no descansamos cinco minutos? —Fue Noelia la que la salvó, más que acostumbrada a leer las caras de su amiga y sabiendo detectar cuando su humor se estaba poniendo peligroso. Para ella misma y para los demás.

—Será mejor. —Concluyó Irene, levantándose y llevándose consigo varias de las carpetas que tenía encima de la mesa. Fue la primera en desaparecer de la sala de reuniones, caminando apresuradamente por el pasillo, buscando el patio del Congreso para fumarse un cigarro. Necesitaba tranquilizarse.

Su cerebro trabajaba todavía a más velocidad que sus piernas, y eso era mucho decir. La mente de Irene, con pocas horas de sueño a las espaldas, todavía no comprendía cuál era el problema que su amiga tenía con ella. No parecía estar enfadada, pero rebatía cada argumento de Irene con una agresividad que se escapaba a su entendimiento. Y después, le sonreía cordialmente. La madrileña apoyó la espalda contra la pared y sacó la cajetilla de tabaco del bolsillo de la chaqueta, encendiéndose uno con rapidez. Mantuvo el humo unos segundos dentro y, después, queriendo también ahuyentar sus malas vibraciones, lo expulsó con calma y lentitud. Cerró los ojos un par de segundos, intentando manejar la resaca que hacía que le pesasen las articulaciones. Por un momento, recordó la presencia de Inés en varios puntos de la noche. Se recordó a ella misma, borracha, llevándosela a la barra para coger más cerveza. En su mente se había memorizado susurrándole algo cerca del oído, pero ni siquiera podía saber el qué. No conseguía entender el motivo de Inés en aquel pub, la huida repentina de Albert... Todo le parecía demasiado extraño la noche anterior, pero ahora con la claridad de la sobriedad, todavía más. A su mente vino un microsegundo, los ojos de Inés desviándose de ella cuando apareció en el baño para llevársela a fumar. Fue consciente de la sonrisa que se le había dibujado mientras recordaba la noche y, casi con vergüenza, devolvió a su rostro el gesto serio con el que había salido hacía escasos minutos de la sala de reuniones.

—¡Nena pero no fumes! —La voz y el acento de Noelia aparecieron en sus oídos como por arte de magia. Irene desvió la mirada, sonriendo como gesto amable e inconsciente, a veces le salía automático. Vio a su compañera, mirándola con cierta cara de preocupación, apoyada a su lado en la pared también con unas cuantas carpetas en la mano. — ¿Todo bien?

Irene asintió, quitándole importancia. En alguna parte de su mente tenía previsto dejar pasar la pregunta sin más importancia, pero era complicado engañar a Noelia, la conocía demasiado.

—Ni te preocupes. —Decidió añadir para sonar más convincente. Pero le tembló la voz. Quizá del tabaco, o del cabreo.

—Tiene un mal día, no se lo tengas en cuenta. —Vera señaló con la cabeza al interior del edificio, haciéndole ver que estaba hablando de Ione. Irene asintió, encogiéndose de hombros para después negar enérgicamente con la cabeza. Estiró el brazo, apagando el cigarro en la papelera para tirarlo después.

—No, si no me importa. —Montero miró a los ojos a su amiga, intentando convencerlos. — Pero ya sabes de mi temperamento. Era mejor hacer un receso.

Noelia asintió, dejando un silencio en el medio de las dos para templar los ánimos, para impulsar la calma, tanteando el terreno. Sabía perfectamente que Irene añadiría algo más. Era como una bomba a punto de estallar.

Dentro de tiWhere stories live. Discover now