Día 54 después de Irene

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Día 33 después de Irene.

Inés apareció un día más en la cafetería del Congreso, comenzaba a volverse costumbre. Pero esta vez su primer movimiento fue registrar todas las mesas, buscando. Un gesto de Irene la alertó, haciendo que caminase al fondo de la sala, apoyándose contra la mesa en la que la de Podemos estaba sentada. Irene carraspeó, nerviosa, desviando la vista.

—Siéntate, si quieres. Estoy sola. —Dijo en un hilo de voz. Inés sonrió de lado, dudando unos segundos. Después, despejó todos los nubarrones de su mente y accedió a sentarse. Se hizo el silencio durante unos segundos.

—¿Mañana dura? —Preguntó Arrimadas notando como la voz no le salía tan fuerte como esperaba. Irene levantó la vista, asintiendo. Hacía tiempo que hacían eso, sentarse y hablar, aunque solo fueran diez minutos. Inés sentía un cierto alivio al estar con Irene.

—Sí, porque sois insoportables. —Sentenció la madrileña, levantando la vista para ver la reacción de Arrimadas después. La catalana abrió la boca, con gesto de ofensa pero sin poder evitarlo terminó por escaparse de entre sus labios una carcajada dulce. Irene la miraba, divertida, atenta a sus movimientos. A sus facciones. A su rostro.

Hablaron, hasta que se acabó el tiempo y volvieron al trabajo. Y no se miraron más en el resto del día. No se buscaron, nunca, bajo ningún concepto. ¿Se pensaron?

Día 36 después de Inés.

Inés e Ione hablaban sentadas de nuevo en una de las mesas de la cafetería. Irene, apoyada en la barra, las observaba con cierta curiosidad. También con una pizca de envidia. Ione levantaba la vista de vez en cuando para mirar a su compañera, pero nunca la invitaba a sentarse. Los pensamientos de Irene rebotaban, confusos, ansiosos. En su tiempo libre, Arrimadas acudía a su mente como un latigazo, dispuesta a incomodarla, a revolverle las emociones, y las dudas. Recordaba con especial cariño aquella noche en su coche. Tanta tontería en medio de las tormentas que las dos luchaban. Qué gusto daba a veces no darle importancia a la vida, aunque luego tuviese consecuencias.

Por un par de segundos, Inés giró la vista. Y vio a Irene. Todavía no se había dado cuenta de que llevaba ahí más tiempo del que creía, que podría haber disfrutado de su presencia mucho antes. Pero, sin querer pensarla demasiado, hizo un gesto para que fuese a sentarse con Ione y con ella. Los dientes de Irene mordieron su propio labio, cogiendo su café con una mano y comenzando a caminar automáticamente, sin plantearse nada un solo segundo. Ni siquiera se fijó en el gesto de disgusto de Ione.

Día 45 después de Irene.

Inés daba pasos firmes, bajando las escaleras de uno de los edificios del Congreso. Por fin, podía respirar tranquila aunque solo fuesen unas horas. Su jornada había terminado y su mente solo visualizaba su sofá y una manta, un documental, una copa de vino... La calma. Pero se le revolvieron los pensamientos. Frente a ella, Irene fumaba apoyada en la pared, revisando su móvil con la otra mano con gesto distraído. Pensó en seguir caminando, en irse directamente. Claro que lo hizo. Pero sus pies iban más rápido que su mente y mandaban más. La guiaban hacia ese cosquilleo de emoción al encontrarse. Uno que el cerebro de Inés todavía no había admitido. Al fin y al cabo, todavía no había salido del Congreso e Irene solo era una compañera de trabajo. De puertas hacia fuera ni siquiera se mandaban un simple WhatsApp.

—¿Nunca te han dicho que fumar es malo? —Atacó la pregunta de la catalana en cuanto estuvo lo suficientemente cerca. Irene levantó la vista con la sonrisa ya puesta al detectar su voz.

—Ser de Ciudadanos es peor. —Sentenció la madrileña. "Siempre igual" pensó Inés con la sonrisa torcida, inconsciente de que ya le había brotado la risa de lo más profundo de la garganta.

Dentro de tiWhere stories live. Discover now