La madrugada

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Con los ojos entrecerrados y apoyada en el respaldo del sofá, Inés intentaba mantenerse despierta el máximo tiempo posible, al menos hasta que acabase la película. Xavi se había empeñado en verla, haciendo caso omiso de las peticiones de la catalana de irse a dormir cuanto antes. "Es corta, mi amor, te lo prometo". Mentira, pero Inés se lo había tragado. El smartphone se le resbalaba por segundos entre los dedos, arriesgándose peligrosamente a caer al suelo. De vez en cuando, Inés se entretenía abriendo Twitter y echándole un vistazo a la TL para conseguir no dormirse, pero se le estaba haciendo cuesta arriba.

—Carinyet, me voy a dormir... —Susurró la catalana ya sin poder resistirse más. — No puc més.

Xavi giró la cabeza para mirarla, sonriéndose con cierta ternura. Extendió la mano, rodeando la de la catalana y se la apretó para después acercarse y dejarle un suave beso en la mejilla.

—Ahora voy. —Susurró para después volver a centrar toda su atención en la pantalla de televisión.

Inés salió del salón arrastrando los pies, colocándose el móvil debajo del brazo, abrazándose a sí misma. Lo dejó sobre la mesilla, conectándolo al cargador y comenzó a desvestirse, notando un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Se le escapó una media sonrisa, ya sintiendo el confort que le produciría meterse por fin en la cama después de un día excesivamente largo. Un poco de culpa todavía le rozaba la garganta cuando tragaba saliva y le hacía sentirse mal, casi como si estuviese enferma. Al día siguiente tendría que cenar con Ione y para colmo, mentirle a Xavi. No se sentía capaz de decirle a su marido que iba a cenar con una mujer que tenía interés en ella solo para beneficio de su partido. Era rastrero. Lo sabía, pero intentaba no pensarlo demasiado.

Se hundió en las sábanas, tapándose hasta el cuello, colocando la cabeza en la almohada. Al menos, la culpa se desvanecería en cuanto consiguiera dormirse, y sabía que no le costaría demasiado. Necesitaba seis horas de calma y tranquilidad, de falta de preocupaciones, de falsas sonrisas, de esa actitud que estaba tomando ante la vida y que no le pertenecía en absoluto. Ella no era así. Podía tener muchos defectos, pero no era eso que le estaba vendiendo a la integrante de Podemos. O lo que podría acabar por descubrir. Su vida era el partido, su marido, las vacaciones visitando ruinas, el vino, las series, los libros... Su vida era sencilla y tranquila. Y no necesitaba todo aquello. Pero se sentía en deuda con Albert, después de todo lo que el líder había confiado en ella. De alguna manera le debía una especie de lealtad que su cuerpo, sin entender porqué, rechazaba.

La vibración del móvil la sacó de sus pensamientos y la salvó de sus remordimientos. Con cierta inquietud, sacó la mano de debajo de las sábanas y alcanzó el dispositivo. No tenía idea de quien podría ser. Todos los grupos los tenía silenciados, por su salud mental, y normalmente a esas horas nadie le hablaba. A no ser que hubiera una urgencia de trabajo y sería raro, la actividad fuerte todavía no había comenzado. Con los ojos achinados por la luz del móvil que le había dado de lleno vio en la ventana emergente del WhatsApp un número desconocido. Levantó una ceja, sin entender demasiado pero la curiosidad la instó a desbloquear el teléfono. Antes de nada, entró en el perfil de la persona que le hablaba. No se podía ver la fotografía de perfil, pero su estado sí. "Yo por ellas, madre, y ellas por mí". Inés tragó saliva, todavía más extrañada. Tenía el número de Ione y sabía que ese no era, no podía ser posible que le hablase desde otro dispositivo, no tenía sentido.

"Hola, vecina de número" era el mensaje que le esperaba en la conversación. Tuvo que reírse. Negó con la cabeza un par de veces. No podía ser que la moda de Twitter hubiese llegado hasta ella. Por suerte recordó que ella también tenía oculta su foto de perfil. Sonrió, debatiéndose entre bloquear el móvil y dormirse o ver quien podía estar al otro lado de esa absurda conversación.

Dentro de tiWhere stories live. Discover now