Adonis

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Jakes llegó a la discoteca. Ojos azules, cabello naturalmente azulado, el cuerpo de un atleta olímpico de metro ochenta y cinco, la piel cobriza y los dientes perfectos. Es un adonis. Bueno, uno más entre la multitud que está esperando por entrar. Pero él tiene la diferencia ganadora para esta noche. Al menos eso es lo que sus papás le han jurado:

Él es un ciborg.

Poco de él es humano, "Eso es una ventaja", se dice él. Usa su sonrisa encantadora, que es mucho mejor que la del modelo de ciborg anterior (que parecía un muñeco de terror). "Parece que hay que trabajarla más", piensa, luego que el portero no le dejara entrar y lo mandara hasta el final de la cola. Extiende un poco más la mueca y se la lanza a un grupo de chicas, pero todavía no es suficiente para que ellas dejen de ver sus pantallas holográficas. "Una sonrisa brillante llama mucho la atención", es lo que su papá le había dicho.

- Hay que trabajarla más, Jakes - dijo y comenzó a practicar.

Llegó otro grupo de chicos y chicas y les lanzó varias sonrisas sin ningún resultado.

Fue cuando entró a la discoteca que se dio cuenta de su error. "Necesito un tamaño de muestra más grande", pensó y luego se dispuso a lanzar sonrisas de diferentes formas y tamaños a todo aquel que lo mirara de forma casual. A veces tenía que ayudar a que sus objetivos lo miraran casualmente, girándoles las cabezas o metiéndose directamente frente a ellos. Siempre con amabilidad.

- 35% de devolución de sonrisa media - dijo excitado.

Bloqueó la música estridente con sus oídos modificados. Escaneó a cada una de las personas del lugar en unos pocos milisegundos. Todavía no había mucha gente y todos conversaban entre sí, en grupos aislados.

- ¡Hola! - le dijo a la chica más cercana. Él la había abordado por el costado mientras ella hablaba con sus amigas. La mujer vio por un milisegundo, al tipo que le hablaba con una sonrisa tan esforzada que recordaba a un perro rabioso antes que un hombre amable, hizo una mueca involuntaria y se giró. De inmediato, otra de sus amigas la abrazó. Jakes se les quedó mirando con su sonrisa más elaborada, "Creo que esta está mejor", se dijo meneando la cabeza al compás de la música.

Jakes dio un par de vueltas por la discoteca. El lugar era grande, con muchas luces psicodélicas, humo y parlantes disparando ondas sonoras que destruían una que otra copa de algún despistado que pasaba cerca. A Jakes se le rompieron dos, jugando a pasar frente a las gigantescas bocinas salvando las copas.

- ¿Bailas? - le dijo a otra chica, muy tímido, tocándole el hombro. La fiesta estaba más animada y en la bulla sólo se notó como ella, muy alegre, asintió.

Jakes buscó en la red un video con la canción que estaba sonando (una de música electrónica) y comparó varias coreografías e intentó copiar la que más le gustó. Pero tenía problemas para determinar el patrón de los movimientos. Cambió a otra unas dos veces más. Se quedó con el video que tenía los patrones más simples y repetitivos. Se titulaba "Ultra quema grasas con Miss Rossi". A Jakes le extrañó cuando vino otra amiga a llevarse a su pareja.

- ¡Hey mi hermano! - se le acercó un tipo luego de un buen rato. Era moreno, con dientes de metal que relucían en su sonrisa. Lo abrazó como si fuera un familiar de mucha confianza. - ¡Jabroni sabe lo que tú quieres! ¡Y Jabroni te lo va a dar mi hermano!

Lo llevó con un grupo de mujeres que los recibieron con júbilo y gritos. Jabroni le recomendó comprar bebidas. Jakes, solícito, compró botellas y botellas de licores caros. Todos tomaban y Jabroni se aseguraba que Jakes fuera el que más bebiera.

- ¿Cómo estás, mi hermano? - preguntó Jabroni, abrazándolo y mirándole con aquella sonrisa plagada de dientes de metal. Ambos estaban sentados en un sillón, en una zona separada de la discoteca, rodeados de mujeres que reían y bebían. Aunque ellas actuaban como si los dos tipos no existieran.

RINOMAXWhere stories live. Discover now