El hombre de la piel gris

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Lara estaba asustada. Estaba desorientada por la explosión y el pequeño temblor. No sería problema estar desorientada, de no ser porque se encontraba en el bosque a las afueras de la ciudad. Cerca de la medianoche.

Sola.

Sola, sin saber a dónde ir y sin su omniarete. A cada paso que daba saltaba de miedo debido a un crujido o al sonido de un animal. Hacía frío y la chaqueta delgada que llevaba apenas le servía para cortar el viento. Caminaba abrazada a sí misma y tiritando.

Y todo por culpa de ese extraño hombre.

Lara se iba a suicidar esa noche. Pero se había arrepentido. Y luego se había despertado dentro de un móvil en marcha.

Estaba en el asiento del copiloto sujetada por el cinturón de seguridad. El chofer era un extraño hombre: de cabello verde oscuro y corte a la moda, pero de piel gris, como si fuera un muerto.

"Me gusta la luz", dijo él. Lara asintió asustada. Su respiración se había acelerado y le faltaba el aire.

Lara miró por la ventana que tenía a su lado y sólo vio oscuridad. Definitivamente no estaban en la carretera. En la pantalla holográfica que reemplazaba al parabrisas, varias ramas se chocaban contra el móvil y saludaban tan alegres como un asesino serial en una película de terror.

"¿El bosque? Me va a violar, me va a matar y luego me va a enterrar. Y puede que no sea en ese orden", había pensado ella. Lara apretó fuerte los ojos e hizo lo que siempre hacía cuando se encontraba en una situación de estrés: llorar sin control.

El hombre giró la cabeza hacia ella, pero no de manera normal sino como un muñeco poseído por una entidad demoníaca. "¿Estás bien? ¿Te duele?", dijo el hombre mirándola con una sonrisa fingida.

"No me mate, por favor", dijo ella.

"¿Matarte? Yo no mato." dijo él. Había algo falso en el hombre cuando hablaba. Había girado la cabeza hacia el camino y había continuado hablando: "En cuanto termine la misión te voy a llevar a un hospital". Lara palpó el cinturón de seguridad y puso el dedo listo sobre el broche. La otra mano la había tenido en la puerta el suficiente tiempo como para que se activara la señal de apertura.

Felizmente era como cualquier otro móvil: la mitad de arriba de la puerta era una pantalla holográfica que mostraba el exterior y la mitad de abajo era una superficie lisa y suave que tocando en cualquier parte durante más de cuatro segundos activaba la señal de apertura de la puerta en la parte tocada. Era un ícono de un candado que abriría la puerta cuando ella deslizara la mano.

Ella había puesto los dedos en la puerta justo detrás de sí, de manera que ella bloqueó con su cuerpo la visión del tipo hacia la señal de la puerta que iba a prenderse. Lara vio de reojo y suspirando, muy bajito, el ícono en la puerta. Felizmente estaba en verde. Si hubiera estado en rojo, hubiera estado perdida, sólo la hubiera podido abrir el chofer.

"¡¿Aaaah!? ¿Una misión? ¡Una aventura como en las películas!", dijo Lara, riendo nerviosa y con la cara bañada en lágrimas. Había mirado de reojo a la oscuridad que se mostraba de su lado y a su extraño chofer. Mientras él sin quitar la vista del camino había dicho:

"Sí, no estaba en los parámetros de la misión, pero no podía dejarte ahí. Es un tiempo que me puedo tomar, pero ¡Ni un milisegundo más!", Lara asentía temblando. "Terminar la misión me llevará unos 25 minutos con 8 segundos", ella había abierto la boca y sus labios temblaban. "Me han dicho que es raro mencionar los milisegundos". Había dicho el tipo, con esa sonrisa falsa que tenía.

El hombre había girado la cabeza hacia ella, muy rápido, como un muñeco de ventrílocuo. Ella gritó y saltó sobre su asiento. "Eres muy llorona ¿No?"

"Nnnn, nnn, no. No. No lo soy. Tranquilo".

El tipo giró la cabeza nuevamente hacia el camino, rápido y mecánico.

Lara había soltado el seguro de su cinturón de seguridad, había abierto la puerta y había saltado.

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