Capitulo Once

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Observé mi muñeca derecha una vez más, perpleja.

—No lo entiendo –susurré casi para mis adentros mientras frotaba mi brazo. Estaba desconcertada y aturdida. La situación ya era catastrófica, pero se acababa de poner mucho más extraña y tortuosa. Al colocar mi muñeca derecha frente al espejo, a través del reflejo podía verse una luna creciente totalmente negra... una especie de tatuaje. El problema en cuestión era que yo no tenía ningún tatuaje, la luna aparecería solo en el reflejo.

Kate y Luna solo observaron. Estaban igual de sorprendidas. Cuando pudieron reaccionar se acercaron a mí con paso lento. Kate se quitó su buzo bordó y Luna se remangó la remera, mientras ambas colocaban sus muñecas frente al espejo para ver si una luna era revelada. La imagen sí les devolvió algo que no estaba realmente ahí, pero no era igual a la mía. En la muñeca derecha de Kate se desplegaba una flor, su centro era una estrella de cinco puntas de las cuales salían unos simples pétalos. Por otra parte, en la de Luna se desplegaba, irónicamente, un sol. Este contaba de un centro redondo y rayos en forma de triángulos.

Los sentimientos que tanto había intentado ahogar en el fondo de mi cuerpo ahora resurgían. Sentía todo a flor de piel. La molestia con mis padres, el temor al acosador y la confusión de los misteriosos e inexistentes tatuajes.

Félix continuaba parado detrás de nosotras sin mover un solo músculo, como si todo esto fuera normal. Podía escucharlo gritar "se los dije" mientras su risa, que jamás había escuchado, resonaba en las paredes de mi cerebro. Si la situación no fuese tan delicada estoy segura de que no lo pensaría dos veces. Vi cómo Luna lo observaba, furiosa, por el espejo. Esta giró brutalmente y se acercó a él:

—¡Vos! vos sabés algo –le dijo mientras lo apuntaba despectivamente. Al no recibir respuesta, continuó–. ¿En serio esperás que no te cuestionemos nada? –Cambió su vista hacia nosotras–. De todas las personas que los papás de Elena podrían haber llamado te trajeron a... ¿vos? ¿Por qué no a nuestros papás?, o peor aún, a su propia familia como... su abuela. –Estaba irritada. Parecía que lo tomaría por el cuello en cualquier momento. Aun así Félix ni siquiera pestañeó.

—Veo que no les contaste –habló el morocho soltando una de sus tantas sonrisas sobradoras.

—¿Contarnos? –preguntó Kate. Mi corazón cayó brutalmente a la boca de mi estómago... lo odio, juro que, si llega a decir algo, va a sufrir más de lo que espera.

Sabía muy bien de lo que hablaba. Sus ojos observaban a los míos cautelosamente; expectantes. Lo fulminé con la mirada. Mi paciencia se había agotado. Yo tenía que tomar esa decisión, no él. Que supiera la verdad no le daba derecho a entrometerse.

—Vuelvan a sus casas –siguió Félix de forma autoritaria mientras se corría dejando libre la salida. No pude evitar soltar un suspiro de alivio.

—No hasta escuchar respuestas –se enfrentó Kate.

Se notaba cómo el morocho perdía la paciencia y acortaba la distancia entre mi amiga y él. Automáticamente me puse en guardia.

—No es mi deber lidiar con ustedes dos, así que váyanse y hagan las cosas más fáciles –demandó.

Este idiota me tenía harta. ¿Acaso creía que podía entrar en mi casa con la excusa de que mi padre se lo pidió, lo cual no creo, y aparte de eso echar a mis amigas? Estaba soñando si pensaba que iba a quedarme callada. Me hervía la sangre. Mantuve mis puños fuertemente apretados. Tenía miedo de que, si lo enfrentaba, soltaría toda la verdad. No quería que las chicas se enteren; no aún. No así. De todas formas, mi dignidad colgaba de un hilo y pensaba rescatarla. Moví a Kate suavemente quedando enfrentada a él.

Moon Night Where stories live. Discover now