11. Treacherous

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—Raoul, ¿pero dónde vamos? —volvió a preguntar Agoney.

—A cenar, ya te lo he dicho. —contestó Raoul, sin dejar de caminar.

—¿Y no podemos cenar en casa?

—Siempre cenamos en casa. Me apetece llevarte a cenar fuera.

Agoney paró en seco.

—Raoul... —dijo cautelosamente, y el rubio paró de caminar y se giró para mirarle. —¿Es una cita? Porque no... O sea, si hice algo para confundirte lo siento, pero yo no–

—No es una cita. —Raoul rodó los ojos. Aunque en realidad desearía que lo fuera. —Simplemente me apetece hacer algo por ti. Llevas semanas aguantándome y dejándome quedarme en tu casa de gratis. Déjame invitarte a cenar como agradecimiento. Además, es tu cumple, ¿no?

El moreno se lo pensó durante unos segundos, pero finalmente asintió.

—Vale, pero espero que no te estés llevando una impresión equivocada. No quiero ser brusco, pero no quiero nada contigo. Más que amistad, claro.

Raoul puso la sonrisa más falsa en su rostro, intentando no mostrar lo que aquellas palabras le estaban haciendo sentir.

—Yo tampoco quiero nada contigo, pesado. Anda, vamos.

Ahora fue el turno de Agoney de rodar los ojos, aunque se apresuró para seguir caminando a su lado. Raoul iba constantemente mirando el móvil, y cuando Agoney se acercó para mirar la pantalla, el rubio lo apartó rápidamente.

—¿Qué escondes? —preguntó Agoney, levantando una ceja.

—Nada.

—Algo escondes. ¿Qué es?

—Qué cotilla. —resopló.

—Raoul.

—Estoy mirando el maps, ¿vale? —dijo Raoul finalmente, desbloqueando el móvil y abriendo la aplicación para enseñárselo. Que no hable nadie por el grupo ahora, por favor. —He buscado el restaurante por internet y todavía no me oriento mucho por Madrid.

—¿Y por qué no me lo querías decir?

—Pues porque me da vergüenza admitir que tengo una orientación pésima.

Agoney soltó una carcajada mientras Raoul murmuraba algo a regañadientes.

No tardaron mucho en llegar al local. Se quedaron los dos parados delante de la puerta, que era totalmente negra y no dejaba ver nada de lo que había dentro.

—¿Estás seguro que es aquí? —preguntó Agoney dubitativo.

—Es la dirección.

—¿Seguro que la pusiste bien?

—Sí.

—Déjame ver.

—Que es aquí, pesado. —dijo Raoul. —Venga, vamos dentro.

—Yo no entro ahí.

—¿Por qué? —el rubio le miró sorprendido.

—Da mal rollo. ¿Y si nos secuestran?

—Qué nos van a secuestrar. Anda, tira para dentro que tengo hambre. —le empujó ligeramente hacia la puerta.

—Yo primero para que me maten a mí, ¿no? —se quejó.

—Hombre claro, necesitaré un escudo, ¿no? —bromeó Raoul.

—Eres idiota. —dijo, mientras abría la puerta.

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