13. Haunted

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Agoney se había pasado casi todo el día anterior en la cama. Se sentía fatal por haber besado a Raoul, y a la vez no podía dejar de pensar en ello. En que quería que volviera a pasar, aunque se intentaba convencer de que eso era solo porque eran los mismos labios de siempre, los que echaba tanto de menos aunque los tuviera ahí mismo. Pero no era la misma persona, y ahí es donde la había cagado. ¿Había engañado a su Raoul? Aunque se estuvieran dando un tiempo... ¿eran cuernos? No tenía ni idea, pero se sentía mal igualmente. Era como si estuviera traicionando a su Raoul. ¿A la que desaparece de su vida ya se está liando con otro? Se sentía avergonzado. Y confundido. Y lo peor es que ni siquiera sabía qué hacer ahora, cómo hablar con Raoul. No podía hacer como si nada cuando ambos sabían lo que había pasado. Aunque en esos instantes, realmente no podía hacer nada.

Hacía más de 24 horas que no veía a Raoul. Al levantarse al día siguiente ya no estaba en el piso, y pensó que probablemente habría salido a dar una vuelta o algo. Pero bien entrada la tarde aún no había llegado, así que un poco preocupado le envió un mensaje para ver dónde estaba, y no fue hasta después de unas horas que recibió una respuesta.

Estoy con Miriam. No duermo en casa.

Aquello le relajó un poco. Por lo menos estaba bien. Pero a la vez no dejaba de sentirse nervioso porque estaban retrasando lo inevitable. En algún momento tendrían que hablar de ello. Aunque quizá sí que era mejor tomarse un tiempo para aclarar las ideas primero para no decir algo de lo que se pudieran arrepentir.

Pero ya eran las dos de la tarde del domingo, y Agoney no sabía si hacer comida para dos o no. No sabía cuándo iba a aparecer Raoul por casa, no sabía nada.

Estaba poniendo a hervir arroz (porque pensó que aunque sobrara siempre estaba bien tener arroz en la nevera), cuando se abrió la puerta del piso. Agoney pegó un pequeño bote, sorprendido, y a la vez sintió cómo se le cerraba el estómago de los nervios. No se giró, ni siquiera cuando oyó el ruido de las llaves caer sobre la mesita y los pasos acercándose a la cocina.

—Hola. —dijo Raoul.

Agoney se mordió el labio, intentando relajarse y parecer una persona normal.

—Estoy haciendo arroz. —dijo, lo más calmado que pudo. —No sabía si comías en casa.

—Ya... Siento no haber avisado.

Agoney se encogió de hombros y por fin se giró para mirarle. Estaba igual de guapo que siempre, aunque se le notaba cara de cansado. Podía sentir el nerviosismo irradiando de su cuerpo y aquello le creó otra oleada de cosquilleos en el estómago.

—¿Cómo está Miriam?

—Bien. Con Amaia y eso.

Agoney asintió. Se quedaron callados un momento hasta que Raoul soltó un suspiro.

—Deberíamos hablar, ¿no? —dijo finalmente.

—Sí. Supongo. O sea, que supongo que sí.

Bien, Agoney.

Raoul se mordió el labio, escondiendo una sonrisa.

—Mira, yo lo siento. Por todo. Toda la noche en general, porque la verdad es que hice más el ridículo que otra cosa. Estuve pensando en casa de Miriam, sobre qué decirte y... llegué a la conclusión que atribuirlo todo al alcohol y decir que no iba en serio sería estúpido cuando los dos sabemos que no es verdad. —Agoney sintió de nuevo un remolino en el estómago. Sin saber qué decir, le dejó continuar. —La verdad es que no puedo dejar de pensar en ti. Y sí, quería besarte. Pero sé que tú solo me besaste porque, bueno, porque estoy en su cuerpo. Y sé que no sientes lo mismo.

DaylightWhere stories live. Discover now