Prólogo

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Londres ,1851

Una vez más mis pies descalzos tocan las frías piedras que lleva como piso el pasillo por donde corro. Mi pequeño cuerpo enérgico como de costumbre no pierde su ritmo y decidida me encamino hacia esa puerta que desde los 5 años ,cuando me prohibieron acercarme, ha llamado mi atención. Mi cabello baila con el viento, tan largo para mi tamaño que mis pies se enredan con el y caigo al suelo provocando un estruendo que, de seguro, alarmó a mi madre. Su silueta esbelta emerge desde las sombras tomándome desprevenida. ¡Rayos!. Me han atrapado una vez más.

—Anatsha—su voz es demandante pero baja y calmada—¿otra vez? No puedo creer que sigas con la obsesión por ese cubículo después de 6 años. Anda que no te quiero castigar, has sido muy buena esta semana. ¡Al comedor con tus hermanas!.

—De acuerdo madre— bajo mi cabeza de la vergüenza y mi voz infantil retumba formando un eco increíblemente exagerado— lo siento, no volverá a ocurrir.

—Eso espero Anatsha, eso espero. Ponte unos zapatos, nos vemos en el comedor.

Con eso se da vuelta y me deja allí. ¿Debería aprovechar este boto de confianza y de una vez por todas ver que esconde?. ¡No! ¡Claro que no!. ¿Pero qué me pasa?. Dios, estoy perdiendo la cabeza.
Camino hacia mi pequeña habitación y me coloco las zapatillas blancas que tanto me gustan, son diferentes a las de mis demás hermanas ¡Qué raro!. Al salir, decidida a obedecer, siento una tierna voz que llama mi nombre, pero no es una de mis hermanas, es más grave, más... varonil?. ¿Acaso hay un chico aquí?. Eso sería imposible, ya estoy alucinando. Sin darme cuenta estoy casi terminando de pasar por en frente de la puerta que esconde eso que me causa tanta curiosidad y entonces me doy cuenta. ¿Acaso la voz ha venido de allí dentro? ¿Me estoy volviendo loca?.
Me quedo mirándola fijo cuando una  mano pequeña se cuela por un espacio que se ha producido, al parecer, al abrir un poco la puerta. Brinco en el lugar de la sorpresa y el susto. No puede ser una de mis hermanas, como ya he dicho, el acceso está prohibido.

La manita se agita de un lado a otro y no se si me está saludando o se está...despidiendo?. De lo que si me doy cuenta es del anillo que posee en su dedo meñique, es el que usan los niños de la realeza... acaso es un???. ¡Santo padre!. Ahora si me he vuelto loca. ¡¿Un niño aquí!? ¿¡Un príncipe?!. Eso no puede pasar, este internado es para plebeyas, mujeres sin un futuro a elegir por su voluntad.... personas con destinos perfectamente planeados.

—Anatsha—Grita desde lo lejos mi madre,miro hacia donde proviene su voz y escucho como la puerta vuelve a cerrarse, para cuando volteo, ya no hay nada allí—¿Anatsha estás ahí?.

—Si madre, ya voy.

Y por mi propio bien y el de mi salud mental, jamás intenté volver a husmear que se esconde detrás de la gran puerta prohibida...

A la 1:30 Where stories live. Discover now