UNA BESTIA Y DOS HADAS

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Una voz despertó a la muchacha de su ligero sueño.

-¿Tienes hambre?- preguntó ofreciéndole un plato.

La chica se levantó y con timidez lo cogió.

-¿No sabes hablar o es que no quieres hablarme?

La prisionera devoraba con ansias en plato sin hacerle caso a Bella.

-¿Que hacías por aquí?

La chica, por primera vez, le respondió, aunque con un simple movimiento de hombros.

-No ha sido casualidad que llegaras aquí, ¿me equivoco?

Ella volvió a responder, ahora, moviendo la cabeza de un lado a otro. Se pasó la manga de su capa por la boca y luego miró a Bella de arriba abajo, y después le miró a los ojos sin expresión alguna en ellos.

-Me llamo Adela- dijo ella por fin con una voz inocente- y me gustaría quedarme aquí unos días en su castillo. Si no es mucha molestia, claro. Y si...

-No- cortó Bella.

- ¿Es que no me puedo quedar?

-¿Que quieres?- preguntó Bella a su vez.

-Para empezar tu nombre, bueno, ya saber, para tener una manera de dirigirme a usted.

-¿Es que no me tienes miedo?- le preguntó de nuevo.

-¿Acaso he de tenerlo?- preguntó ella alzando las cejas mientas se llevaba una mano al pecho.

-Eres mi prisionera- se cruzó de brazos Bella.

-¿Es que no tienes más argumentos? Yo no soy tu prisionera.

-Te tengo en una celda, con las manos esposadas. ¿No sabes el significado de prisionera?

Adela se rió y empezó a jugar otra vez con sus manos.

-¿Se puede saber que tiene de gracioso todo esto?

-Yo no soy tu prisionera- repitió de nuevo-. Solo te hago creer que si lo soy.

-Pues lo haces tan bien, que has acabado encerrada.

La chica toco con una mano el candado de las esposas que retenían sus manos, saltaron unas chispas, y el cepo cayo al suelo. La chica se levantó y se puso delante de Bella. Luego, puso el dedo incide encima de la cerradura de la puerta, y esta se abrió.

-¿Has podido hacer eso todo el tiempo?

-Si.

-¿Y por que no lo has hecho antes y te has dio?

-Ya te lo he dicho: me quiero quedar unos cuantos días aquí.

-¿Para que?

-¿Que más te da?

-Es mi casa.

-¿A esto le llamas casa?- preguntó con una mueca de asco levantando las manos.

-Si, y es la mía. Y también es el techo que te resguardó de la tormenta de anoche.

La chica dio media vuelta, y se volvió a meter en la celda, y con el mismo misterio que antes, volvió a cerrar la puerta y a ponerse las esposas.

-Pero... soy tu prisionera, después de todo- sonrió.

Bella la miró de arriba abajo y se volvió a ir.

Adela se quedó en la celda toda la noche, y antes del amanecer, escucho unas voces.

"Esto no es buena idea, Lumiere", dijo una voz preocupada que cada vez se acercaba más a ella. "Ya te digo yo que si, mi bon ami", escuchó rebatir al otro.

Ella se levantó y se acercó a los barrotes. Dos pequeñas figuras se mostraron ante ella.

-Hola, señorita. Yo soy Lumiere- se presentó el primero de ellos, y ella sonrió en señal de respuesta.

-Y yo soy Din-Don- se introdujo el otro.

-Mi nombre es Adela. ¿A que habéis venido?

-A llevarle a su habitación, mademoiselle.

Adela les miró extrañada.

-Pero ella...

-Si, si. Sabemos lo que ha dicho. Pero no sabe usted las tonterías que hace y dice nuestra señora a lo largo del día. Así que, si me lo permite, mademoiselle, le llevaremos a su habitación.

Una bestia y dos hadasWhere stories live. Discover now