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ELIZABETH AYDIN

Sigo lanzando golpes como me había enseñado Ahmed la última clase, espero no estarlo haciendo mal, pero por lo menos lo intento. No tengo quien corrija mi posición ni la forma en la que se estira y recoge mi brazo, o la posición de mis piernas, o la posición de mi mentón, nada.

Me detengo cuando el temporizador de cocina que utilizo para no perder la noción del tiempo suena. Recojo los pocos implementos que simulan ser los que traía Ahmed para entrenar, no se comparan ni tienen la misma funcionalidad que esos, pero por lo menos me ayudan.

Mientras dejo las cosas en el sótano, escucho la puerta principal de la casa ser abierta y me alarmo, pues aún falta 30 minutos para que Baadir llegue, además, estos días ha estado entrando por la puerta de la cocina.

«No puede ser él, ayer incluso dijo que se iba a tardar un poco»

Subo con el palo de una escoba vieja hasta la sala y justo cuando pensaba avanzar para atrapar al intruso, mi padre se posa frente a mí. Me decepciona un poco, pues pensaba y anhelaba encontrar a alguien más, esperaba una sorpresa por parte de...de Ahmed.

—¿Qué haces con eso? —señala el palo

—Nada, pensé que era un intruso y lo traje para defenderme, pero olvídelo ¿Qué hace aquí padre? ¿Se le olvidó algo?

—No, nada, regresé porque me empecé a sentir mal y me mandaron regresando del trabajo, voy arriba a descansar un momento, no te molestes en avisarme si llega tu jefe, solo recuerda hacer todo lo que tengas que hacer para el dichoso libro aquí, en la sala y abierta las ventanas.

«Como siempre desconfiando de mí»

Se siente raro que mi padre me dirija más de 5 palabras al día, y sobre todo que estas no impliquen un castigo. Desde que firmamos el contrato para el libro he sido muy afortunada y no he recibido castigos "fuertes", solo me han insultado y muchas veces me han dejado sin comer cuando le causo alguna molestia a Issadora, pero de ahí en más, no.

—Claro, siempre lo hacemos así y no se preocupe, no haré bulla ni nada que lo moleste para que pueda descansar, solo lo llamaré para la hora del almuerzo. —asiente con una sonrisa y me acaricia con una mano la cabeza.

«¿Qué le pasa?»

De seguro siente algo de nostalgia al verme y recordar a Issadora, pues desde que se fue a la ciudad por unos asuntos importantes encomendados por Baadir, el ambiente en casa se ha vuelto algo triste. Mi madre al menos ha sido la que más ha sufrido y no para de llorar por las noches pues le duele que su hija más querida se haya ido a la ciudad sin despedirse.

Sólo recibimos una llamada por parte de ella pues el asunto era muy urgente según entendimos. Baadir tuvo que venir a disculparse por no haberla dejado despedirse, pero recompenso bien a mis padres con dinero y con la promesa de que Issadora regresará pronto a casa.

—¡Oh! Casi lo olvido, justo en la entrada me topé con el cartero y una de las cartas que dejó es para ti, — saca una de su maleta — ten, ahora si me voy a descansar que estoy muriendo.

«Que sea de él, que sea de él, por favor que sea de él»

Apenas veo el remitente, todas mis esperanzas caen al suelo. Pero tampoco me siento tan mal, pues es una carta de mi ex profesora de escuela y colegio. Siempre me envía una por lo menos una vez al mes, a veces más, a veces menos, pero me la envía.

"Querida Elizabeth

Espero te esté yendo igual de bien o mejor de lo que me contaste en la última carta. Siento mucho haber tardado tanto en enviarte una carta, pero varias cosas han pasado aquí, créeme cuando te digo que me estoy volviendo loca.

Se Paciente Conmigo |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora