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AHMED ÜLKER

—Muchacho, tú y yo tenemos una charla pendiente sobre mi nieta por lo que no puedes ofrecerte de voluntario.

—Yo no tengo nada pendiente con usted señor, lo de su nieta lo dejé muy claro ese día —digo cansado—, yo no me pienso casar con Elif, así que puedo ser candidato.

Elif se pone a llorar y al igual que Anastasia Amery, empieza a balbucear y a insultar a mi Sultana en turco.

—¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste ahora? —habla mi Sultana preocupada por no entender nada, pues hasta Anastasia que le estaba traduciendo no deja de verme asombrada— ¿Te harán algo?

—Yo recibiré los 10 azotes que corresponden como tu dote.

Se tarda en procesar la información y cuando lo hace empieza a negar con la cabeza desesperada.

—No tienes que hacerlo, no —las lágrimas se acumulan en sus ojos—, no puedes arruinar tu vida por mí, te ruego que no lo hagas, no soportarás lo azotes y si te casas conmigo tu vida...

No dejo que continúe y la abrazo, como si mi vida dependiera de ello, como si no odiara tal acto.

—Esta vez no haré lo que quieres Sultana.

«Te he malcriado mucho.»

—Está bien, haz lo que quieras Ahmed —habla el alcalde haciéndome separar de mi Sultana—, pero déjame decirte que estás dejando a una gran mujer —señala a su nieta que me mira esperanzada—, por las sobras que otro dejó —asiento sonriente y al ver que no voy a dar marcha atrás, continúa—. Oficiales, suelten a esa mujer y apártenla junto a la señorita Anastasia para que empiecen con los azotes al señor Ahmed.

Entre sollozos y disculpas por parte de mi Sultana son apartadas de mí. Un hombre que no había visto llegar se posa a mi lado y me alisto.

—Llévesela lejos señor Ahmed —susurra el hombre mientras se acomoda—, no deje que vuelva a este pueblo asqueroso, créame que algunos de nosotros le agradecemos que la salve.

Me limito a asentir ante su confesión.

Cuando el alcalde da la orden para que empiece solo cierro los ojos esperando el "gran dolor" pero nunca llega, no llega ni con el primero, ni segundo, ni tercero, ni ninguno de los azotes que me da el hombre. No digo nada y me limito a quedarme quieto hasta que llega al 10 que es cuando por fin habla el alcalde.

—Esos no fueron azotes, debe repetirse el proceso.

—Señor alcalde, ¿En qué lugar del libro sagrado está la intensidad con la que deben recibir los azotes los acusados? —dice el hombre mientras suelta el látigo y se dirige a todo el pueblo—. Yo cumplí con mi deber y si ustedes quieren seguir creyéndole a un mentiroso, háganlo, pero para mí él ha dejado de ser mi alcalde.

Algunos empiezan a aplaudir y otros a gritar a favor de lo que acaba de decir el hombre.

—Está bien, está bien pueblo —dice el alcalde mientras aclara su garganta—, continuemos con el proceso. Ahmed y Elizabeth, acérquense.

Dirijo mi vista hasta donde dejaron a mi Sultana y la veo acercarse sonriente y aliviada. Cuando llega a mi lado la tomo de la mano y la beso ahí antes de continuar con ella a mi lado.

—¿Estás bien? ¿En verdad no te hizo tanto daño? ¿Te duele? —dice muy rápido.

—Yo debería de preguntarte eso —noto que quiere volver a hablar, pero me adelanto—. No me hizo daño, debes estar tranquila.

Se Paciente Conmigo |TERMINADA|Where stories live. Discover now