Capítulo 1

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Dos horas antes

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Dos horas antes

Silencio.

Nunca pensé que me aterraría el silencio de la noche como hasta este momento, mirando a la oscuridad desde la ventana.

Tenía todo lo que había deseado, pero...¿En realidad era asi?, ¿podía bajar la guardia y finalmente respirar sin temor?

Azzio descansaba en mi regazo, mientras  acariciaba su cabello, las hebras castañas en rizos suaves y brillantes, cosquilleando en mi mano.

Casi podía creer desde este ángulo, que era un adolescente común, que su semblante tranquilo era el de un novio que descansaba sin preocupaciones.

Pero el fuego estaba ahí, la llama ardiente del poder seguía en mi cuerpo, recordándome que ninguno de los dos era: "Común"

Había tanta magia acumulada, que parecía que podía estallar en cualquier segundo. Era extraño, poder defenderme, tener una fuente que me garantizara que no estoy indefensa, pero en el fondo sentirme incluso más vulnerable.

Dejo de acariar al moreno para liberar mis manos, está profundamente dormido, por ello me concentro, como he aprendido. Dejando que el calor recorra mis venas.

Subestimé a la magia, creyéndola algo fácil, cuando es mucho más que complicada. Si bien he tenido experiencia con la energía del sello, antes solo se trataba de pensar en algo descuidadamente y la luz azul hacía su trabajo; Esta vez, es más pesado, como si fuese consiente del poder, como si este pesara kilos y kilos.

—Absorbiste la magia de todos los hechiceros en Cevale. No sabemos si en la Provincia entera. —Me había dicho Irisiana, con visible molestia.

Apenas parpadeé—¿Estás segura?

—Necesitabas la fuerza y la tomaste, nunca vi un intercambio de energía tan poderoso como ese.

Suspiro.

Lentamente la imagen del llamador se materializa, como un holograma que desprende de mis manos. Miro la joya fijamente, recordando su explosión. La reunión de almas entre Elihad y Olivia.

El día del enfrentamiento se repetía en mi mente, repasando una y otra vez alguna causa, algo que me diera una pista de como devolver la magia a los hechiceros, terminaba con la misma respuesta siempre: Nada.

Era un nefilim, una profecía, el sello celestial, tenía magia, energía en mi, y además, en mis piernas descansaba el ángel de la muerte. Era un sueño, sorprenderme con que aquellas cosas eran parte de mi realidad.

No podía evitar que mi cabeza doliera por tantos pensamientos, distrayéndome y así, logrando que que la imagen del llamador desapareciera.

Azzio se remueve levemente en su lugar, girando para observarme. —¿Otra vez pensando? ¿En la magia?

Ángel de Sangre: El Pacto Final ©Where stories live. Discover now