Capítulo 77. Lo que ya se esperaban.

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-Lo diagnostiqué con un trastorno disociativo de personalidad, lo que antes se llamaba trastorno múltiple de personalidad. Además se le sumaba la depresión que tenía, se le ha intensificado y ahora mismo se puede decir que tiene depresión crónica.

-Pero usted, ¿No ve rasgos de sadismo en Álvaro?- Quiso indagar Vanesa. No le cuadraba el diagnóstico del psiquiatra. Estaba claro que Olivia y García podían estar en lo cierto con la teoría de que Álvaro podía haber engañado todo ese tiempo al psiquiatra con un diagnóstico erróneo. Además lo de la depresión tampoco le cuadraba. 

-No, no veo rasgos de sadismo. 

-¿Usted sabe dónde está Álvaro? ¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

-Hace un mes vino a visitarme porque tuvo un cuadro depresivo severo. Lo tuve que atender de urgencias. Quería autolesionarse. Tuve que medicarlo. Y bueno, que yo sepa vive con su padre. Pero por las noticias, he visto que se encuentra desaparecido. 

-Así es. Lo estamos buscando. 

-Yo ahí no puedo ayudarlos. Lo siento. 

-¿Usted lo ve capaz de haber matado a dos chicas? Porque si tiene personalidades múltiples una de esas personalidades puede ser la de un asesino, ¿Verdad?

-Inspectora, lo veo poco probable. No tengo claro que estén buscando al hombre correcto. ¿Han encontrado pruebas que inculpen directamente a Álvaro?

-Perdone, esa información no podemos compartirla con usted. Pero si está en busca y captura, será porque tenemos indicios de que ha sido él. 

-Claro, ustedes hacen su trabajo. Bueno, yo debo seguir con el mío. Me queda por atender a un paciente. Así que si me disculpan…

-Está bien, gracias por atendernos doctor. Es posible que volvamos a hacerle una visita. 

-Sin problema. Ya saben dónde encontrarme. 

Los policías salieron de la consulta del doctor la Torre y se despidieron también de su secretaria. Una vez afuera, la primera en hablar fue Vanesa. 

-¿Qué te ha parecido el doctor, García?

-Es un hombre con don de gentes, atractivo, a pesar de la edad que debe de tener, e inteligente. Vanesa, ¿Tú sabes cuál es el triángulo esencial en las relaciones humanas y el triunfo social?

-No, García, pero me las puedo imaginar. 

- Yo te las voy a decir. Son la empatía, el carisma y la simpatía. Y el doctor cumple las tres cualidades. Este hombre es un encantador de serpientes.

-Sabes, a mí no me cuadra que un psicópata tenga una conducta autolesiva, pero también es verdad que aunque la pobreza emocional que le define parece inmunizarle ante el suicidio, hay datos que vinculan rasgos desinhibidos de personalidad y conducta autolesiva. No sé, ésto me tiene contrariada.

-A mí tampoco, Vanesa. Pero puede ser la excepción que confirma la regla.

-Joder…¿Y un trastorno disociativo? El haber visitado a su psiquiatra me ha generado más dudas de las que tenía antes de entrar a hablar con él en su consulta.  

-Vanesa, en realidad ya sabíamos que su doctor nos iba a dar otro diagnóstico que el que estábamos esperando. No sé qué te sorprende ahora. 

-Tienes razón, García. Sólo que me cuesta daros la razón a Olivia y a ti. Sólo es eso. 

-Pues ya ves, la tenemos. Porque que el doctor no vea sadismo en Álvaro…No se entiende. Sabes, me da a mí que este psiquiatra no es tan bueno como dicen y simplemente es reconocido por su atractivo físico y su carisma. 

-En eso sí te voy a dar la razón. Pero no olvidemos que muchos asesinos son tipos con el coeficiente intelectual elevado. El doctor puede ser un hombre inteligente pero quizás Álvaro lo sea más. Y además juega con ventaja. Él ya sabía a lo que iba a las citas con el doctor, mientras que éste no lo ha visto venir. Y ahora después de haberlo diagnosticado con un trastorno erróneo, se encuentra con que su hombre es buscado en toda España por asesinato. Ha tenido que ser un duro golpe para su ego, pero joder, el tío es un hombre encantador.

-Viéndolo así…Por cierto, ahora es tarde, pero quiero ir a ver mañana a Álvaro padre. No fue sincero conmigo y no me dijo que fue él el que llevó a su hijo al psiquiatra, como tampoco me dijo que su hijo recibía auténticas palizas por parte de su madre. Y ahora tengo claro que ese hombre también maltrató a su hijo cerrando los ojos con todo lo que estaba pasando en esa maldita casa. Podríamos denunciarlo, pero solo empeoraríamos la vida miserable de ese hombre. 

-Esa casa era una bomba de relojería y si encima Álvaro tenía los rasgos que tenía, era cuestión de tiempo de que explotara. Y denunciarlo ahora, Vanesa, no tiene caso, y encima la madre está desaparecida. 

-Tal cual. Pero ahora lo único que podemos hacer es encontrarlo y meterlo entre rejas para que no vuelva a hacer daño a nadie. 

-Bueno, Vanesa, mañana será otro día. Yo estoy reventado. Venga, te llevo donde tienes la moto, o te apetece que vayamos a tomar unas cervezas. 

-Garcia, me apetece ver a Olivia. Así que déjame donde la moto. 

-Vanesa, me alegro mucho de que estéis juntas. Estoy seguro que ella te va a ayudar a sobrellevar la investigación de la mejor manera posible. Esta investigación está siendo dura de cojones, y si tienes apoyo en casa, mejor que mejor. 

-Lo sé. Y sí, tienes toda la razón, ahora lo único que me puede animar es ver a Olivia. Lo necesito. Así que nada, me voy para su casa. Imagino que ya habrá acabado de trabajar. Quiero darle una sorpresa.

Los policías se subieron al coche de García y mientras seguían hablando del caso, García se dirigió a la cantina de Pepe, que era donde había dejado aparcada la moto su compañera.

Vanesa estaba hecha polvo, tanto física como mentalmente. El caso la estaba dejando sin fuerzas. Y García tenía razón cuando dijo que Olivia le vendría muy bien para llevar mejor la investigación. Sólo ella podría animarla. En esos momentos no estaba para pensar ni para hacer nada. Necesitaba descansar y tomarse algo para la cabeza ya que le iba a estallar de tanto pensar y pensar en la investigación. 

Cuando llegaron a donde estaba la moto, Vanesa se despidió de su compañero y se subió a la moto mientras se ponía su casco. Justo antes de arrancarla, le llegó un WhatsApp a su móvil y como creía que era de Olivia, se dispuso a mirarlo. Pero no era de la forense, era de Marta. Ésta le decía de quedar al día siguiente para tomar algo ya que tenía ganas de verla. Vanesa sabía que al día siguiente tendría un día de mierda, como los que estaba teniendo últimamente, así que prefirió no contestarle. Ya lo haría en otro momento. Así pues, se guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta de cuero, puso la moto en marcha y se dirigió primero a su casa, para darse una ducha rápida y cambiarse de ropa. Luego, se iría a casa de Olivia. 

Durante todo el trayecto Vanesa no paró de pensar tanto en el caso como en Olivia. Se moría de ganas por verla. Sólo esperaba que la forense se encontrara ya en su casa, como también esperaba que ésta se alegrara cuando la viera. 

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora