Capítulo 56

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Rafaella.

Me levantan con un balde de agua fría que vierten sobre mi cuerpo.

¡Carajo! No tengo ni un minuto de paz.

Abro los ojos furiosa con cada uno de los hombres que están parados al frente. Pero ellos me miran de la misma forma.

-¡Levántate, perra!-grita descontrolado, Nicola.

-¡¿Qué te pasa, idiota?!-grito también.

Me voltea la cara de una bofetada.

Como que ya se les ha hecho costumbre eso de golpearme la cara.

Jala un banco con la mano y colocan una bandeja repleta de agua sobre él.

Jugaremos a los ahogados.

No me deja ni tomar aire cuando introduce mi rostro bajo el agua, tiro de las cadenas pero no puedo hacer más.

«Los que se desesperan, se ahogan»

Controlo mi mente pero sobre todo mi cuerpo.

Y cuando tengo la cabeza dentro, tomo el agua que me han negado durante días, hago el atrevimiento con mucho método para no ahogarme, solo abro la boca y trago todo de un solo, sin respirar.

Me saca del agua de un jalón.

-¡Muérete!-su voz es ronca.

Vuelve a hundirme en el agua y vuelvo a realizar lo mismo, tratando de mantenerme viva pero sobre todo de saciar la sed que no soportaba más.

Realiza con frecuencia la acción y yo aguanto, pero cuando ya me hartan con lo mismo, empujo con mi cabeza la bandeja, regando el líquido en el suelo.

Me suelta con desprecio y brusquedad para ir en busca de una Tablet.

Se acerca con el objeto en la mano y vuelve a tomarme fuerte del cabello, manteniendo mi rostro firme.

Mi cabello destila agua por todos los lados.

¿Qué carajos le pasa? ¿Amaneció con el pie izquierdo?

-¡Suéltame!-me remuevo bajo su agarre.

-¡No me hagas enojar más de lo que ya estoy!-me toma por el pelo pegándome a su rostro.- ¡La porquería de tu marido ha matado a mi madre!-grita con dolor.

Me imagino al pelinegro haciendo eso.

-Eso es lo que pasa cuando lo joden.-susurro mostrándole una sonrisa.

Me pone la Tablet en la cara y le da play a un video.

En primera plana aparece el pelinegro que tanto amo, dándome una vista de su hermoso rostro y de su torso fornido, verlo me da satisfacción y la felicidad que siento en mi pecho me hace erguirme sobre mi lugar, mirando atenta.

Me olvido del dolor, solo puedo enfocarme en memorizar sus gestos, su rostro luce cansado, sus ojeras son notoriamente visibles. No ha dormido en varios días...

Escucho atentamente lo que dice.

Su voz, su maldita voz, me llena por dentro. Cuando dice que su mujer es intocable, levanto el mentón en un arrebato que me recorre.

Sigo mirando.

Veo como le arranca la lengua a la mujer que está sentada sobre una silla y luego me deleito viendo como le corta la cabeza.

«Nada ha terminado hasta que yo gane»

Esas palabras resuenan en mi cabeza. Este es mi demonio Kuznetsov en todo su esplendor.

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