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Damon.

Llegue a la casa.

Todo está silencioso.

Mis hombres me reciben como de costumbre.

Antes de siquiera pensar en bañarme de dirijo hasta donde está Akira.

Toco la puerta para ver si es que esta Fierro con ella pero nada me recibe.

Me adentro sin más.

Cuando entro espero encontrarme con ella. Ahí...

Pero no.

No esta.

Jodidamente no está.

Salgo de la habitación rápido. Con el teléfono en mano.

Marco nuevamente a Fierro. Y nada.

Bajo las escaleras hecho una furia.

En el camino me encuentro a mi mucama.

—¡¿DÓNDE MIERDA ESTÁN?!—le grito mientras la agarro del cuello enojado.

—S-señor... Don Fierro la llevó a un hospital... se lo juro es lo único que sé.—Dice tartamudeando.

JODER.

La suelto y saco mi rastreador.

Si se llevó un auto de la casa, lo podré encontrar y matarlo.

Cada vehículo de este lugar tiene rastreador.

—Bingo.—Digo al ver que están parados en medio de la carretera.

Espero que ese hijo de puta este listo para la muerte.

Akira.

Estamos detenidos.

Creí que este hombre me iba a proteger. No sé por qué lo desee siquiera.

Por un momento olvidé mis ganas continuas de morir. Me sentía como una niña siendo protegida por su padre.

Pero a la mierda.

Yo no tengo padre ni familia. Jamás se me dio el lujo de que alguien me protegiera. Siempre era yo la que lo hacía.

—Niña... lo siento tanto.—Habla Fierro con resignación.—Tenía una hija. Y la mataron. Era igual que tú. Mismos ojos. Cabellos. Nariz. Todo... creí que si te salvaba a ti, compensaría lo que no pude hacer por ella... no pude sacarla de sus garras a tiempo y él la mató.—Solloza.

—Tranquil- —Un gran sonido me interrumpe.

Abren la puerta. Cosa que me hace sobresaltar.

—Hasta aquí llegaste Damon.—Habla una voz siniestra.

Aparece un hombre. La luz del sol me ciega cosa que me deja viendo borroso por varios segundos.

—¿Fierro?—Agrega este hombre y suelta una risa.

—¿Tú?—Habla Fierro a mi lado.

La voz por alguna razón es conocida. Pero no es Damon. Levanto la vista, veo como baja la pistola. Pero no es eso lo que me impacta.

La familiar Silueta...

Los mismos ojos que mi Ángel. La misma nariz.

Su odioso rostro me hace querer coger una pistola y dispararle. Maldito desgraciado.

—Hija.—Habla este hombre sorprendido, veo como cambia totalmente el semblante.

—Papá.—Digo con rencor.

No sé por qué le digo así.

No merece hacerse llamar padre.

NOTA: OMG dndnd

Dominame ✓ [Terminada, primer Libro]Where stories live. Discover now