—De rodillas.
La orden envió un estremecimiento al cuerpo de la mujer, quien no tuvo más remedio que obedecer.
Rin tragó grueso y se dejó caer de rodillas frente a él. El hombre hizo un puño de sus cabellos y alzó su cara para que lo mirara fijamente a esos ojos dorados intensos.
—Las reglas son simples: yo ordeno, tú obedeces —soltó de manera prepotente.
La mujer maldijo a su tono autoritario y a los efectos que causaban en su cuerpo. De alguna manera inexplicable, sintió avivar un fuego en su interior, un fuego que no era de ira contenida o de deseos de venganza, se trataba de algo completamente diferente, de algo que comenzaba a humedecer sus partes más íntimas y que la avergonzaban enteramente.
—Ahora, muéstrame lo que sabes hacer.
Rin estuvo a punto de decirle que no sabía hacer nada, porque nunca había estado sexualmente con un hombre, pero prefirió guardarse esa información para sí misma. Sin embargo, no fue necesario decirlo en voz alta para que Sesshomaru se diera cuenta de su evidente inexperiencia.
—¿Es tu primera vez? —preguntó a los pocos segundos, cuando vio que sus manos temblaban mientras desabrochaba su pantalón.
—No —mintió.
—¿No? —su tono fue desaprobador—. ¿Con quién lo hiciste antes?—había algo inquietante en su curiosidad, algo que no parecía ser bueno.
—No es de su incumbencia—trato de mantenerse concentrada en su labor y de olvidar la vergüenza. Sin embargo, el rubor en sus mejillas era inevitable.
—Te dije que obedecieras —recordó con voz cortante.
—No es como si pudiera hacerme algo —lo retó sin darse cuenta.
Todo sucedió demasiado rápido como para que pudiera registrarlo, lo único que supo es que en un segundo tenía sus manos sobre el botón de su pantalón y al siguiente sus manos habían volado al aire, mientras Sesshomaru jalaba sus cabellos e inclinaba su cabeza hacia atrás. Era un agarre duro y demoledor.
—Suélteme —gimió de dolor.
—¿Te estás burlando de mí?
—¡No! ¡No!
Rin se dio cuenta muy tarde de que había tocado un nervio. Ese hombre estaba en silla de ruedas, por lo que el hecho de insinuar que no podía hacerle nada era como una especie de burla para él, era como burlarse de su condición.
—Lo lamento, no quise…
Pero su disculpa fue denegada. El hombre sostuvo su cabello con un agarre de hierro, mientras terminaba de liberar su erección.
El rubor en las mejillas de la mujer se incrementó, al punto en que sentía que su cara estaba ardiendo.
«¡Maldición, nunca había visto a un hombre desnudo en vivo y en directo!», pensó, a punto de comenzar a hiperventilar.
—Abre la boca —ordenó, dirigiendo su cabeza hacia el órgano grueso y palpitante que se alzaba entre los dos.
Rin decidió obedecer para no incrementar más su malhumor. De cierta forma, se sentía arrepentida de haberse burlado de su incapacidad.
Cuando la erección de Sesshomaru estuvo dentro de su boca, no supo cómo reaccionar, sentía que se ahogaba de lo profundo que había llegado, pero no había tiempo para pensar, no cuando su jefe parecía comportarse como un animal.
Sesshomaru comenzó a mover su cabeza de arriba a abajo, mientras su miembro entraba y salía de su cavidad, ahogándola en la mayoría de las veces.
—D-detente —suplicó tratando de conseguir un ritmo más manejable.
El hombre la miró con furia al soltarla con brusquedad, haciendo que su cabeza se echara hacia atrás por la violencia de su agarre.
Rin trató de regular su respiración, mientras organizaba sus cabellos desordenados, siendo minuciosamente vigilada por su jefe, quien no parecía ni un poco conforme con lo recibido hasta el momento.
Mordiéndose el labio inferior, se acercó nuevamente a su erección y la tomó entre sus manos tentativamente. Hizo una especie de masturbación antes de llevarlo de vuelta a su boca. Ahora que Sesshomaru acababa de darle libertad, marcó un ritmo diferente. Fue lento al principio, descubriendo apenas su sabor, acostumbrando a los músculos de su boca a su gran tamaño.
En todo momento mantuvo la mirada fija en su jefe, evaluando su reacción, la dilatación de sus fosas nasales, la intensidad de sus ojos dorados. Había muchos factores que le indicaban que el hombre empezaba a disfrutar de esto.
Sintiéndose finalmente con mayor confianza, succionó y lamió ferozmente, haciendo que gruñidos animales emanaran de los labios de Sesshomaru. De alguna manera, esos sonidos humedecieron mucho más su zona más privada, mientras se contagiaba con miles de fantasías eróticas sobre su jefe. Fantasías dónde era ese mismo rostro de hielo, el que se posicionaba encima de ella y le hacía descubrir lo que era sentirse amada.
Rin cumplió con su primera labor con éxito, llevando a Sesshomaru a un orgasmo que le hizo contener el aliento. Y que a ella le hizo anhelar sentir ese mismo placer enloquecedor.
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Corazón sobre ruedas | Sesshrin
FanfictionUn accidente lo dejó en silla de ruedas, haciendo que su vida tomara un giro nada agradable. Sesshomaru Taisho, acostumbrado a ser un hombre libre y capaz de valerse por sí mismo, se verá atado a depender de otros, ocasionando que su corazón congel...