Rin llevaba una noche entera sin dormir, sin despegarse de su madre, velando su sueño, su respiración, mientras el monitor cardíaco no dejaba de sonar, brindándole un poco de sosiego.
La enfermera entraba cada cierto tiempo para revisar su presión arterial, su frecuencia cardíaca y su saturación de oxígeno.
—Todo está en orden —le informaba para darle un poco de tranquilidad, pero en realidad nada lograba calmarla del todo.
Según las palabras del médico, podrían regresar a casa en un par de días, mientras esperaban por el trasplante de corazón. Por el momento, su madre solamente necesitaba seguir una dieta rigurosa y cumplir con el tratamiento a cabalidad.
Sin embargo, Rin no dejaba de pensar en el dinero necesario para dicha operación. No sabía qué hacer para conseguirlo, se sentía en un callejón sin salida.
De esa manera amaneció y pasó gran parte del día en la clínica. La joven olvidó absolutamente todo, incluso su teléfono celular se quedó sin batería. Pero le esperaba otra noche larga en ese sitio y no podía contemplar irse. No tenían más familia.
Pero de repente sucedió algo que Rin no se esperaba, la puerta de la habitación se abrió revelando la figura de una persona en silla de ruedas.
—¿Y usted qué…? —balbuceó incrédula, pero ni siquiera tuvo chance de terminar la pregunta.
—Señora —el hombre asintió en dirección a su madre.
—Es un gusto conocerlo, señor Sesshomaru —contestó Anika con una sonrisa. No tenía dudas de que se trataba del jefe de Rin—. Mi hija me ha hablado maravillas de usted. Es un verdadero placer.
Rin bajo la mirada, pensando en todas las veces que había hablado con su madre sobre su jefe.
“Es un déspota”
“No sé cómo es que tuvo una niña tan dulce, si él no es más que un amargado”
Había dicho en todas aquellas ocasiones. Sus palabras, sin duda, no dejarían muy bien parado a Sesshomaru. Pero su madre sabía disimularlo muy bien. Afortunadamente.
—¿Su hija ha hablado de mí?—alzó una ceja mirándola con sospecha. Para su desgracia era un hombre muy inteligente.
—Sí, señor. Muy bien, desde luego.
—Mamá, ya vuelvo. Debo acompañar al señor Sesshomaru —interrumpió la plática antes de que a su madre se le fuera la lengua.
—Un gusto, señor.
—Que se mejore —fue su parca respuesta.
Una vez estuvieron en el pasillo del hospital, Rin soltó toda su histeria.
—¡¿Qué se supone que hace aquí?! —le reclamó.
Era cierto que había faltado al trabajo, pero esperaba justificar su ausencia en cuanto su teléfono tuviese algo de batería. Así que no consideraba necesaria su presencia en el hospital.
—¿Dónde está tu celular? —le contestó con otra pregunta y con su acostumbrada impasibilidad.
—¿Eso qué importa? El punto es que…
—El punto es que no puedes desaparecerte, así como si nada —su voz se endureció, parecía muy molesto—. Recuerda que ahora sigues mis órdenes. Y no solamente en lo referente a mi hija.
—¡Oiga!—su rostro se puso rojo de la ira contenida. ¿Quién se creía este tipo para hacer esa especie de reclamos?—. Recuerde que nuestro contrato es meramente sexual. No hay nada más entre nosotros —susurro, apenada y mirando hacia todas partes, pero con la firme intención de ponerlo en su lugar.
—No tientes a tu suerte, niñita. No estoy de humor para tus tonterías—su expresión se ensombreció.
—¡Y yo tampoco estoy de humor para usted ni sus ínfulas de todopoderoso! —explotó, sintiendo la rabia acumularse tras sus indolentes palabras del otro día—. Como pudo ver, mi madre está en una cama de hospital debatiéndose entre la vida y la muerte. Así que discúlpeme si me desaparecí, pero usted no es lo único importante en este mundo. ¡Hay cosas más importantes para mí!
Sesshomaru pareció quedarse sin palabras tras su inesperado arrebato. Porque le gustará o no, debía reconocer que tenía algo de razón. Aun así, odio esos desesperantes momentos en los que no supo nada de ella. Nunca se había sentido de esa manera. Por un instante creyó que había huido de él.
—Te guste o no, vas a rendirme cuenta de todo lo que hagas. ¡Para eso te estoy pagando! —soltó la furia acumulada.
Los ojos de Rin se llenaron de lágrimas, lo último que necesitaba en un momento como ese era que él viniera a hacerla sentir como una puta.
—¡Lárguese! —dijo y se dio la vuelta, sin deseos de seguir viéndolo a la cara. Lo odiaba.
Sesshomaru quiso agregar algo más, decirle que no lo dejará con la palabra en la boca y que mucho menos le diera la espalda, pero ella ya estaba caminando rápidamente con dirección a la habitación de su madre y, en el fondo, debía reconocer que se había comportado como un imbécil. Pero esa mujer siempre lo desquiciaba.
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Corazón sobre ruedas | Sesshrin
FanfictionUn accidente lo dejó en silla de ruedas, haciendo que su vida tomara un giro nada agradable. Sesshomaru Taisho, acostumbrado a ser un hombre libre y capaz de valerse por sí mismo, se verá atado a depender de otros, ocasionando que su corazón congel...