—Te has perdido dos exámenes en los últimos días. Pero hablé con el profesor para que te diera la oportunidad de recuperar.
—Muchas gracias, Kohaku —suspiró Rin, mirando a su compañero de clases, quien acababa de llegar al hospital luego de enterarse de lo ocurrido con su madre.
Las cosas habían empeorado tras una recaída que tuvo, así que ya no la darían de alta como se había previsto. Su madre debía quedarse en el hospital siendo monitoreada constantemente. Sin embargo, odiaba la idea de irse y dejarla sola en ese lugar. Odiaba tener que regresar a trabajar o ir a la universidad como si nada pasara, como si su mundo no se estuviera desmoronando lentamente. Quería estar con ella en todo momento. Temía que algo malo le pasará si no estaba. Eso no se lo perdonaría jamás.
—¿Cómo sigue tu mamá? —preguntó el muchacho al notar su silencio y la humedad que empezaba a formarse en sus ojos.
—Mal. Muy mal.
Los brazos de Kohaku la envolvieron en un abrazo de consuelo, pero era en vano. Todo era en vano. Nada podía consolarla realmente.
—No tengo palabras que puedan calmar el dolor que sientes, pero puedo prestarte mis hombros si lo que necesitas es llorar. No estás sola, recuérdalo —completó con sinceridad.
Rin asintió y se echó a llorar en los brazos de su amigo. No podía creer que se estuviera derrumbando delante de alguien más, pero ya no aguantaba más. No podía seguir simulando que era fuerte.
Ese día se despidió de su madre y prometió regresar en horas de la tarde. Akina le dijo que fuera tranquila a trabajar, que nada le pasaría y que estaría en buenas manos.
—Mamá, te amo —dijo la muchacha acercándose y dándole un beso en la frente. Estaba verdaderamente sentimental.
Cuando sus pies volvieron a pisar la mansión Taisho, tuvo el deseo de retroceder y refugiarse en otro lugar. Sabía que ese sitio era un campo de batalla y que lo único bueno que había era aquella niña que la esperaba sonriente.
—¡Rin, volviste! —corrió Azumi a recibirla, haciendo que se le olvidarán todos sus problemas. Era reconfortante sentir sus pequeños bracitos envolviéndola.
Rin se dedicó a cuidar de Azumi, mientras intentaba ponerse al día con sus pendientes de la universidad. La niña veía la televisión, mientras ella tecleaba en su computador.
—Pensé que papá te había despedido —dijo la pequeña de repente, interrumpiendo su concentración.
—Ya ves que no. Aquí estoy —la tranquilizó, pero la sola mención de ese sujeto hizo que Rin perdiera su buen humor.
Al terminar su jornada, Rin pretendía escabullirse y no enfrentar a su jefe, pero eso era imposible. Ese hombre controlaba todo en ese sitio.
—Rin, el señor te está esperando —le informó una de las empleadas del servicio, cuando se dirigía a la puerta de salida.
A Rin no le pasó desapercibida la mirada desdeñosa que le dedicó. Esa mujer parecía saber algo.
—Oh, Yura, ¿podrías decirle que tuve que irme por un asunto urgente? Mi madre sigue en el hospital y necesito regresar —trató de explicar.
—Me temo que no puedo —no ocultó su hostilidad—. Tú sabes muy bien los asuntos que tienes que tratar con el jefe, así que no lo hagas esperar más —dicho esto, se alejó.
Rin suspiró dándose cuenta de que al parecer no tenía salida. Debía ir a la guarida de la bestia y enfrentarla.
—Buenas noches, señor. ¿Me mandó a llamar? —preguntó en su tono más profesional, desde el umbral de la puerta. No quería entrar y mucho menos poner el seguro. Necesitaba que esto fuera rápido. Lo más rápido posible.

ESTÁS LEYENDO
Corazón sobre ruedas | Sesshrin
FanfictionUn accidente lo dejó en silla de ruedas, haciendo que su vida tomara un giro nada agradable. Sesshomaru Taisho, acostumbrado a ser un hombre libre y capaz de valerse por sí mismo, se verá atado a depender de otros, ocasionando que su corazón congel...