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—Me temo que la situación es delicada —informó el médico entrando en la habitación con los últimos estudios realizados a su madre.

Rin tragó grueso. No era la primera vez que escuchaba esas palabras.

—¿Qué sucede, doctor? —trató de mantener la calma.

—Debo ser honesto contigo. Tu madre necesita un trasplante de corazón —contestó, haciendo que Rin soltará un jadeo de la impresión. Era la primera vez que le daban un pronóstico tan serio—. Su insuficiencia cardíaca es grave e irreversible. Sin este procedimiento, su vida está en peligro.

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas, mientras su mundo comenzaba a tambalearse.

«Esto era malo. Muy malo», pensó.

—¿Un trasplante de corazón? —balbuceó incrédula—. ¿Qué significa eso exactamente?

Pero no era tonta, sabía perfectamente lo que eso significaba; sin embargo, necesitaba escuchar que existía otra alternativa.

—El trasplante cardíaco es una intervención quirúrgica en la que reemplazamos el corazón enfermo por el corazón sano de un donante fallecido —explicó el médico de forma paciente, para que no quedará duda de la gravedad del asunto—. Es la única opción para cambiar su pronóstico. Sin él, su corazón no podrá seguir funcionando adecuadamente, y eventualmente, moriría.

Rin asintió, luchando por contener las lágrimas que querían salir a borbotones. 

«Su madre moriría», era lo único en lo que podía pensar, luego de las palabras del médico.

—¿Y cuánto tiempo tiene para conseguir ese corazón nuevo?

El doctor suspiró.

—El tiempo para tu madre es limitado —aclaró, haciendo que un sollozo se escapara de la joven—. En cuánto a la lista de espera puede variar, pero en promedio, suele ser de seis meses. El sistema de trasplante es bueno en nuestro país, pero aun así, la espera puede ser muy angustiante.

Rin se limpió las lágrimas tratando de pensar en positivo. Quizás con algo de suerte lograrían conseguir ese corazón antes de los seis meses y su madre podría salvarse. 

—¿Y después del trasplante? —quiso saber, visualizando un futuro dónde todo salía bien.

—La mayoría de las personas sobreviven al primer año después del trasplante. Pero requieren medicamentos inmunosupresores para prevenir el rechazo del órgano. Aunque hay riesgos, como infecciones o complicaciones, la calidad de vida mejora significativamente.

Una sonrisa se iluminó en el rostro de la joven, pensando en ese futuro hermoso y anhelante, dónde su madre dejaría de sufrir por su problema cardíaco y comenzaría a vivir una vida mejor y mucho más larga. Necesitaba pensar en eso para no derrumbarse.

—Doctor, ¿qué puedo hacer para que mi madre aparezca en esa lista de espera?

—Nosotros no encargaremos del trámite —la tranquilizó un segundo antes de robarle la paz nuevamente—. Pero, por otro lado, me temo que la operación puede ser muy costosa y el seguro no la cubre en su totalidad.

Esas simples palabras hicieron que todo el buen ánimo de Rin se viniera abajo de inmediato.

—¿De cuánto dinero estamos hablando? —preguntó en un susurro angustioso.

—Cuesta 72000 $.

La cifra hizo que los ojos de la joven se abrieran desmesuradamente. No había manera de que pudiera conseguir todo ese dinero.

[…]

Azumi regresó de la escuela, pero no encontró a su niñera por ninguna parte. Sin pensarlo dos veces, se acercó al despacho de su padre para preguntarle la razón de su desaparición. Él no podía despedirla nuevamente, le había prometido que nunca más la alejaría de su lado. Rin era más que solo su niñera, era su amiga.

—¡Papá!—entró abriendo la puerta de imprevisto.

Los ojos de Sesshomaru se alejaron del computador y la miraron fijamente, no parecía muy complacido con su interrupción. Por el contrario, se veía enojado.

—¿Que hemos hablado de tocar la puerta antes de entrar? —le preguntó muy seriamente.

—¿Dónde está? —atacó la niña, empuñando las manos a sus costados, mientras lágrimas empañaban su visión—. ¡Lo prometiste, papá! —no pudo contenerse más y lloró de forma desconsolada.

—¿De qué estás hablando, Azumi?—arrugó el ceño sin comprender su acusación.

—¡Rin no está! ¡Ella no ha llegado!

En ese preciso instante, Sesshomaru pareció notar la ausencia de la niñera de su hija y su rostro se ensombreció por alguna extraña razón.

—Enviaré por ella de inmediato —la tranquilizó—. Espera en tu habitación.

Los ojos de la niña se iluminaron al darse cuenta de que su padre no tenía nada que ver con desaparición.

—¿No la despediste, papá? —quiso confirmar de todos modos.

—No —fue su parca contestación.

La niña salió de la oficina dando brinquitos y de mejor humor, mientras su padre se sumergía en la ira y la indignación.

Tomó su teléfono celular y marcó el número de la niñera de su hija, pero el timbre repicó y repicó, y no hubo respuesta. Esto lo hizo enfurecer mucho más.

—Búscala. La quiero aquí ahora —ordenó por teléfono, mientras trataba en vano de concentrarse en el trabajo que estaba realizando instantes antes.

La respuesta de uno de sus hombres no tardó en llegar y, como si fuera poco, su malhumor se incrementó mucho más.

—No hay rastros de Rin por ninguna parte —informó su secuaz.

Corazón sobre ruedas | SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora