8

181 27 20
                                    

Kanna se sentía ansiosa, mientras escuchaba el tono de llamada. Un repique, dos, tres, y su hermano no contestaba. No podía evitar preguntarse qué estaría haciendo, ya que siempre estaba muy atento al teléfono.

—Kanna —saludo con un tono de voz extraño, agitado.

—Sesshomaru, hasta que contestas —se alivió ella.

—¿Qué ocurre, hermana?

Sesshomaru echó la cabeza hacia atrás, manteniendo el teléfono en su oído mientras lo apretaba fuertemente. Un placer enloquecedor se apoderaba de su cuerpo a medida que Rin más succionaba su miembro.

—Quería darte una importante noticia. Aunque me hubiera gustado hacerlo en persona —siguió diciendo Kanna ajena a lo que estaba ocurriendo del otro lado de la línea—. Voy a casarme —soltó de repente.

Los ojos de Sesshomaru se abrieron desmesuradamente al tiempo en que alejaba a Rin de su cuerpo.

—¿Qué has dicho? —su voz era puro hielo, aunque seguía manteniendo un ligero toque de agitación.

—Sé que es muy sorpresivo para ti, hermano, pero Muso me ha pedido matrimonio y yo he aceptado.

—¿Kanna, estás segura de lo que estás haciendo?

La noticia de la inesperada anulación del matrimonio de Muso con Kagura estaba en todos los titulares, pero aún así no esperaba este cambio de último momento. Era demasiado drástico.

—Como nunca lo he estado en toda mi vida —la sinceridad en sus palabras, tranquilizó a Sesshomaru.

—En ese caso, supongo que está bien —mostró su apoyo, aunque en el fondo seguía teniendo cierta desconfianza—. Necesito conocer mejor a ese tal Muso, dile que venga mañana a cenar —los invito a ambos.

—¡Por supuesto, hermano! ¡Estaremos ahí!

Kanna colgó la llamada y Sesshomaru se sumergió en una especie de trance, pensando en la felicidad de su hermana y en la emoción que se palpaba en su voz. Sin duda estaba enamorada. Nuevamente.

Su hermana siempre había sido una persona muy noble, por lo cual odiaba la idea de que le hicieran daño otra vez. Enamorarse era un mal camino, y ya Kanna lo había confirmado en el pasado con su primer matrimonio.

De repente, Sesshomaru miró a Rin, quien seguía arrodillada esperando instrucciones.

No tenía idea de por qué había solicitado sus servicios especiales tan seguido. Quizás se debía al hecho de que no podía dejar de mirar esos ojos brillantes y suplicantes cada vez que lo tenía entero en la boca.

—Levántate —le ordenó y ella se puso en pie, temblorosamente—. Ven aquí—la jaló de repente y cayó sentada en sus piernas.

Los ojos de Rin expresaron su sorpresa, cuando las manos del hombre comenzaron a acariciar su rostro. Sorprendentemente, su toque era suave.

—Regresa a casa. Pediré que te lleven —dijo de pronto recuperando su tono distante.

Rin se enderezó y asintió, mientras caminaba hacia la puerta, siendo observada por su jefe. 

[…]

El día de la cena llegó y Sesshomaru observó a Muso con ojos afilados mientras se sentaban alrededor de la mesa del comedor. La tensión en el aire era palpable. Kanna, ajena a la tormenta que se avecinaba, sonreía y charlaba animadamente con los niños, quienes tampoco se daban cuenta de la tensión.

—Muso —dijo Sesshomaru, su voz fría como el hielo—, ¿qué intenciones tienes con mi hermana? —preguntó sin rodeos.

Muso, con una copa de vino en la mano, miró directamente a los ojos de Sesshomaru. Su expresión también era firme. No podría demostrar flaqueza delante de su futuro cuñado.

—Mis intenciones son claras. Amo a tu hermana —declaró, haciendo que los ojos de Kanna se humedecieran ligeramente, mientras todos volcaban su atención en sus palabras—. No tengo ninguna intención de herirla. He visto su lucha, su fuerza para superar sus inseguridades y su pasado doloroso. Quiero ser parte de su futuro, no sufrirlo.

Sesshomaru no se dejó impresionar, era demasiado frío para eso. Sabía que las palabras podían ser engañosas. Había visto a su hermana sufrir en manos de su exesposo, y no estaba dispuesto a permitirlo de nuevo.

—¿Qué hay de Kagura? —preguntó Sesshomaru, refiriéndose a la manipuladora exesposa de Muso—. ¿Sigues atado a ella?

Muso suspiró y apretó la mandíbula.

—Eso quedó en el pasado. No tengo nada que ver con ella.

Sesshomaru asintió, pero su mirada seguía escrutando a Muso.

—No quiero que Kanna sufra más. Si la lastimas, no habrá lugar en este mundo donde puedas esconderte —amenazó, aunque luego adquirió un tono más tranquilo para no asustar a los niños—. Ahora vamos a cenar.

Los niños comenzaron a comer, pero Muso necesitaba agregar algo más:

—Entiendo tu preocupación, Sesshomaru. Pero te aseguro que mi amor por Kanna es genuino. La protegeré y la amaré con todo lo que soy —prometió.

Sesshomaru asintió, aceptando por el momento esa declaración, pero sin bajar la guardia. Sin importar qué, no permitiría que su hermana sufriera nuevamente.

Corazón sobre ruedas | SesshrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora