Capitulo 4

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-La sala de pinturas de Kirchner nos ha dado un poco de margen -indicaba Josh Soifer, señalando la entrada de sietes cifras del complejo informe financiero que había desplegado sobre la mesa de su despacho.

Definitivamente, era hijo de su padre, pensó Mason mientras lo observaba: un hombre loco por los números.

Los Soifer habían llevado la contabilidad de los Cavender durante tres generaciones, pero Josh había desechado el conservadurismo de sus predecesores tanto en vestimenta como en actitud. Aquel día vestía un pulcro traje de tres piezas que acentuaba su atractivo de modelo de pasarela. Llevaba el ondulado cabello castaño con un corte desenfadado, que no parecía encajar con la serenidad de su expresión, pero Josh era un hombre que destacaba tanto en la cancha de tenis como en el consejo de administración con idéntica naturalidad.

Mason había accedido a acudir a la reunión, casi esperando que Josh le dijera que tenía que aceptar la insultante oferta de Vienna Blake. No obstante, Josh hablaba de un plan de recuperación a tres años como si fuera factible.

-Si la economía no estuviera en recesión, probablemente podríamos reducir la deuda y salir de los números rojos en los próximos dos años -resumió, tras hacer desfilar ante los ojos de Mason varias tablas y gráficos-. Estamos muy bien posicionados, porque estamos muy diversificados. Con las compañías de Internet que creó Lynden, por fin hemos logrado una integración vertical para las marcas de equipos electrónicos y los recambios para coches. Los ingresos casi llegaron a triplicarse el trimestre pasado.

-Pero no basta para salvarlos -negó Mason-. Entiendo que nuestras opciones de liquidación se expanden, pero es demasiado tarde.

-Tienes razón. Incluso si seguimos con las ventas, lo único que conseguiremos es reducir la deuda. Y por ese motivo... -pasó unas cuantas páginas hasta llegar a la hoja de balance de una compañía de la que Mason nunca había oído hablar -... tu hermano se la jugó con esto.

Mason apoyó la barbilla en la mano e intentó comprender lo que tenía delante.

-¿Poseemos una empresa que se llama Tecnología Azaria?

Josh compuso una leve expresión de disculpa.

-Yo quería que Lynden te lo dijera, pero su fantasía era presentártelo todo como un fait acompli. Cuando la fortuna de la familia se hubiera recuperado. Azaria es la clave.

-¿El nombre es por nuestra madre?

-Le pareció apropiado.

Mason leyó la última línea y las expectativas de crecimiento.

-¿Estas cifras son reales?

-Lo cierto es que son bastante conservadoras -respondió Josh, cuya voz sonaba algo más aguda que de costumbre por la emoción.

-¿Qué produce Azaria? Por favor, dime que no nos hemos metido en el negocio de las armas de destrucción masiva o algo por el estilo.

-No te creas que no lo pensamos -ironizó Josh vagamente-. Pero ya conoces a Lynden. No habría podido con el vacío ético no con la mala prensa. No somos Blakes.

Mason rió y ambos compartieron unos segundos de duelo silencioso. Luego Josh se sacó un pequeño recipiente de plástico del bolsillo y vertió su contenido sobre una carpeta de piel que tenía ante ellos. Mason cogió una de las refulgentes piedras.

-¿Diamantes?

Le vino a la mente la imagen terrible de Lynden dejando a un lado sus escrúpulos y negociando con criminales y terroristas para comprar diamantes de zonas en conflicto, con el fin de hacer dinero rápido.

El jardín oscuro.Where stories live. Discover now