Capitulo 11

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-Ahora -dijo Vienna, metiendo barriga.

Su artista maquillador, Pimento, le subió la cremallera y dio un salto atrás, como si esperase que Vienna explotara.

-Muy bien, princesa, respira. Muy despacio.

-¿He engordado o este vestido ya no me entraba cuando lo compré?

Pimento volteó distraídamente uno de los pesados aros de oro que llevaba de pendiente.

-Las dos cosas.

-Capullo -gruñó Vienna, mientras se daba la vuelta lentamente para verse en los espejos del vestidor.

El traje de noche John Galiano se ajustaba lánguidamente a sus contornos en un corte sirena al estilo de Hollywood. Nadie se hacía a la idea de lo difícil que era entrar y salir del delicado satén color perla. El tono ensalzaba sus bucles pelirrojos y hacía que la piel se le viera ridículamente blanquecina. Pimento la observó con atención.

-El brillo de los labios es demasiado oscuro. -Cogió un pintalabios de color beis-rosa pálido y leyó la etiqueta en tono sarcástico-: ''Virgen voluptuosa''. ¿Qué podría haber más apropiado?

-No lo sé, ya no tengo dieciocho años. El look ingenuo parece más bien... desesperado.

-En ti lo último que parece es ingenuo -le aseguró Pimento-. Queda natural, confiado. Fluido. -La condujo a un taburete alto y le ató una capa de nailon al cuello.

-Lo que tú digas, mientras  no me conviertas en uno de esos clones de Tinsley Mortimer de dibujos animados.

-Como si eso fuera posible.

El maquillador le quitó el tono borgoña de los labios con cuidado y, cuando acabó de aplicarle el tono inocente más suave, dio un paso atrás para examinar el resultado.

-Divina.

Vienna contempló también el resultado y se descubrió gratamente sorprendida, ya que no había esperado que un maquillaje tan sutil quedara tan bien.

-Muy bonito. Una pena que tengamos que arruinar el efecto.

-Oh, sí -asintió Pimento, que le quitó la capa y depositó un joyero alargado sobre la mesita del vestidor-. ¿Qué hemos sacado de la cámara acorazada esta noche?

-Algo que no habías visto nunca -repuso Vienna. Marcó la combinación y abrió la tapa.

-Oh, Dios santo... -Pimento se llevó las manos a la garganta-. ¿Son de verdad?

-¿A ti que te parece?

Algo incómoda, Vienna sacó el collar de diamantes de su estuche de terciopelo. Su padre se lo había regalado por su vigésimo primer cumpleaños y desde entonces sólo se lo había puesto un puñado de veces. Le daba vergüenza salir en público con joyas tan opulentas, porque normalmente prefería ser discreta con respecto a su riqueza. Además, el collar le traía malos recuerdos, pero Vienna estaba harta de huir de un pasado que no estaba en sus manos cambiar. La fiesta de Buffy Morgan de Rochester era uno de los acontecimientos más importantes de la temporada, y aquel año De Beers premiaría el collar de diamantes más hermoso donando cien mil dólares a la organización no gubernamental que eligiera el ganador. Lo mínimo que podía hacer Vienna era tratar de ganar aquel dinero para una buena causa.

Se abrochó las refulgentes gemas al cuello y colocó la piedra central en forma de pera sobre su molesto escote. Brillaba como una enorme lágrima de hielo blanco.

-¿Tiene nombre? quiso saber Pimento, que no había dejado de babear desde que Vienna había sacado la piedra-. ¿Cómo el diamante Esperanza?

-No, que yo sepa.

El jardín oscuro.Where stories live. Discover now