Capitulo 18

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-Estaba aquí cuando he bajado -susurró la señora Danville cuando Mason cerró la puerta con llave-. La he visto.

-¿A quién, a la Novia Desgraciada?

El ama de llaves asintió.

-Estaba de pie en la puerta del estudio de su padre.

Mason echó un vistazo al pasillo. No le gustaba pasar por delante de aquella habitación y Ralph siempre gruñía cuando se acercaban a la puerta del estudio. Desde hacía una semana, la señora Danville había visto a su fantasmal inquilina más de una vez, aunque nunca antes había tenido aquel tipo de encuentros. Mason no estaba segura de si  las visiones eran cosa del estrés o de lo sobrenatural. La señora Danville decía que la presencia era una señal.

-¿Le ha dicho algo? -quiso saber Mason.

La señora Danville le lanzó una mirada reservada, como si sospechase que quería burlarse de ella.

-Los fantasmas no suelen departir, según dicen.

-¿Qué cree usted que quiere?

-No descansa en paz en su tumba -opinó el ama de llaves con tono fúnebre-. Y eso sólo puede ser por una cosa. Por un pecado mortal.

-¿Asesinato?

-O suicidio, que Dios se apiade de su alma.

Las dos permanecieron allí de pie, en silencio, mirando a su alrededor a la espera de que el fantasma apareciera de nuevo, pero cuando no lo hizo, Mason se encogió de hombros.

-A lo mejor tendríamos que probar con una Ouija algún día.

Lynden siempre insistía en sacar aquel truco de salón cuando los visitaba algún invitado impresionable y, en ocasiones, arrastraba a Mason a jugar si le faltaba alguien. La Novia Desgraciada nunca había hecho acto de presencia en aquellas sesiones, aunque se había producido episodios de luces parpadeantes y, como era de esperar, se había deletreado el nombre de Estelle en un puñado de ocasiones.

-Y luego está el perro -apuntó la señora Danville.

Mason miró en derredor automáticamente a ver adónde había ido Ralph. Al seguir a Vienna escaleras abajo había dejado la puerta abierta; normalmente el perro iba tras ella. Dio un silbido bajo y una cabezota oscura asomó entre los barrotes de la barandilla justo sobre su cabeza. Mason le hizo un gesto para que bajara, pero Ralph gimoteó y retrocedió hacia la galería. La señora Danville miró hacia arriba.

-Me refería al perro blanco. Usted lo ha visto y el señor Pettibone también. Es el perro de esa mujer.

-¿Cree que ese saluki perdido también es un fantasma? -Mason reprimió una sonrisa-. El perro de Laudes Absalom... tiene gancho.

La señora Danville no pareció apreciar el sentido del humor de Mason.

-Su madre los ha visto a los dos, ¿sabe? Una vez hizo venir a un médium.

-¿En serio? -se asombró Mason, que encendió la luz y empezó a subir las escaleras-. ¿Para que hiciera un exorcismo?

-No creo. Era un individuo muy peculiar. Le gustaba mucho mi ganso asado al Armañac. Estuvo dando vueltas por el estudio de su padre un rato, tocando cosas y comunicándose con... el otro lado.

-¿Descubrió algo?

-Sólo el vino de la bodega.

Ralph les dio la bienvenida en el descansillo, jadeando de alivio. Mason le acarició la barbilla.

-Supongo que podríamos intentar traer a un vidente, ya que parece que la Novia ronda por aquí últimamente. A lo mejor una médium como la de la televisión.

El jardín oscuro.Where stories live. Discover now