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Lluvia. El agua parece caer del oscuro manto de nubes para ir a repiquetear principalmente sobre la ventanilla en la que apoya la cabeza. No le hace falta mantener los ojos abiertos, sabe que de volver a echar un vistazo verá la carretera en apariencia interminable rodeada de arbustos secos.

─ ¿Falta mucho? - Pregunta entreabriendo los labios.

─ ¿Para qué?

─ Para llegar.

─ ¿A dónde?

─ Adonde vamos.

─ No lo sé.

─ ¿El qué?

─ Adonde vamos.

─ Ah...

─ Duérmete un poco.

─ Vale.

Música de otra época llena el interior de la camioneta. Es lo que han encontrado cuando la han robado. Su dueño estará cabreado; no mucho. No es una gran pérdida. Es una camioneta. ¿Qué valor tendrá para él? Puede que en ella nacieran sus hijos. Si es que tiene hijos. O tal vez perdiera su virginidad. En cualquier caso, se la han llevado. Se han llevado la camioneta y con ella los recuerdos que pudiera albergar. Esos sí tienen valor. No la camioneta. Sumida en sus pensamientos, Morfeo la arrastra a su terreno poco a poco hasta dejar su cascarón profundamente dormido en el asiento del copiloto.

Al despertar está quieta. Las ruedas no aplastan la línea blanca que parte en dos la carretera como antes. Han parado en la cuneta. No hay luz más allá de la que la enorme luna en el cielo les brinda como regalo. ¿O es un préstamo? ¿Tendrán que devolverlo? Sus ojos azules se ven reflejados en el retrovisor antes de ver la silueta ajena sentada de espaldas en la parte trasera del vehículo. El humo asciende parsimonioso y él lo deja escapar con la cabeza alzada.

Abre la puerta y posa un pie fuera, abandonando el cálido ambiente que la calefacción había conseguido crear para ser recibida por el frío invernal que se ha apoderado del lugar. Entonces se acerca a él, apoyando un brazo en el borde de la camioneta. Él insistió en no llevar ningún equipaje en esa zona del vehículo, designada para ello. Ahora entiende. Quería guardarlo para sí.

─ ¿Qué haces? ─ Murmura ella.

─ ¿Crees que las estrellas tienen frío? ─ El cigarrillo pasa de una mano a la otra y un mechón de pelo rebelde se cuela en su ángulo de visión, haciéndole soplar para apartarlo.

─ No.

─ ¿Por qué?

─ Porque son parte de algo. Tal vez de la luna. ─ Él alza las cejas y la mira.

─ ¿Ah sí?

─ Sí. Mira cómo brillan. Nadie puede brillar así por su cuenta.

Silencio. Sabe que está meditando sobre lo que acaba de decir. Le encanta hacer eso, perderse en su propio mundo. Hermético, todo sea dicho. Nadie ha logrado entrar en su cabeza nunca, ni tan siquiera ella. Al cabo de un rato, rompe el silencio.

─ Deberíamos ponernos en marcha.

─ ¿Seguirán buscándonos?

─ ¿A dos críos de diecisiete?

─ Sí.

─ Sí.

─ No se cansarán, ¿Verdad?

─ No.

─ Ya. Volveré dentro.

─ Vale. Ahora voy. Déjame acabármelo. ─ Pide alzando la mano del cigarrillo.

Our Last JourneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora