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El techo ya no deja entrar la nieve, pues ha sido arreglado chapuceramente por un puñado de adolescentes al margen de la ley. Val y Jules se acurrucan el uno contra el otro en una esquina de la sala principal mientras Dev permanece sentado frente al fuego que crepita y arde constante. Él mira por una de las ventanas al exterior. Sigue esperando a que un par de siluetas se aproximen a su refugio. "Si no vienen nos iremos. Es lo que debemos hacer." Las palabras de Devin siguen repitiéndose en sus recuerdos. Estaban comiendo algunas provisiones almacenadas en una despensa cuando las soltó. Casi se atraganta. Tienen un día de plazo. Y ya está atardeciendo.

A pesar de que el sol hace fuerza contra el frío, no es lo suficientemente fuerte como para combatirlo.

— Siguen intentándolo. Conseguir cobertura. En cuanto la consigan podrán ver las noticias en el móvil.

Él ladea el rostro. Ahí fuera la piel de Devin parece a punto de quebrarse. Sus labios están agrietados y su tez está surcada por marcas de un acné pasado.

— Gracias. - Por tantas cosas que no le salen más palabras.

No parece ser necesario. Devin asiente con las manos resguardadas en los bolsillos de la chaqueta.

— ¿Estás preparado? ¿Para irnos si es necesario?

— No lo será. Esperaremos. Deben estar a punto de llegar. 

— Sí, pero si no lo están... - De cara al lago, Devin mira en la misma dirección a pesar de no tener un tronco en el que apoyarse como él. - Sé que es difícil. Y créeme, sé que lo es. Pero si la vida te da una patada en la boca tú te levantas y le escupes los dientes. No esperas. Nunca esperas. - Observa al chico curioso. Por la experiencia puede decir que no es un chico que suela hablar mucho. No obstante, lo está haciendo. ¿Lo escuchas? Se está abriendo. Las oxidadas bisagras de su interior chirrían a medida que su corazón se abre poco a poco, pero lo hace. - Ellos harían lo mismo. Además, si los han pillado tardarán poco en soltarlos. Los polis son unos cabrones, pero como todo capullo necesitan respaldo, razones.

Habla su pasado, sus vivencias. Sus cicatrices han heredado labios que cuentan hacia atrás. Puede ver varias. En el cuello, detrás de la oreja. Un chillido les hace tensarse. Ha sido Val. A la carrera ambos vuelven a la cabaña para encontrarse con una escena desoladora. Valse encoge, se repliega sobre si misma en una esquina. Jules tiene ambas manos sobre la cabeza, mirando el móvil en el suelo. Retrocede unos pasos con cara de... Nada. Él se adelanta a Dev y recoge el móvil. Lo lee todo. Una sola vez basta. La han cogido. Se ha entregado. Alice ha muerto y su acompañante sigue hospitalizado. Grave. Grave, ¡Grave!

El fuego se ha apagado en la chimenea para nacer dentro de Val. El moreno de su piel se derrite, está ardiendo.

— No teníamos que haberos recogido... Estábamos bien... ¡Estábamos bien como estábamos! - Dev arrebata el móvil de sus manos, que mira petrificado a su nueva contrincante. - Mira lo que ha pasado. Esa zorra nos delató cuando se fue.

— No hables así de ella...

— Oh, ¿Vas a defenderla? ¿Es eso? - Se levanta cabreada con las lágrimas corriendo a toda prisa por su rostro hasta caer al suelo o descender en su cuello. - ¡Nos ha delatado, abre los putos ojos! ¡No le importamos una mierda!

— ¡No tienes ni idea! No la conoces. Estás dolida, pero ella no tiene la culpa de esto. - Su pecho se hincha por la agitación. - Estás dolida... ¡Y yo lo estoy también!

— ¿Ah sí? - Ve su labio inferior temblar. - Alice ha muerto para que pudieras escapar. Y él quizá muera también. Va a morir por ti. Voy a perderlos por... ¡¿No entiendes que no puedo permitirlo?!

— ¡Yo también le quiero, joder! Le quiero. - Luz. Revelación. Su pecho por fin se desinfla y toda la fuerza desaparece. - Yo también le quiero... También le necesito. - Cada pedacito de él cae formando un circulo a su alrededor. Hasta que no puede más y deja aquella estancia del diablo para volver al frío. El frío es imparcial, el frío no le culpa.


— No te quería. Ella nunca te ha querido. Y tú lo sabías... Por eso viajabas con ella.


Esta vez no hay miedo a la hora de adentrarse en el hielo. Sus pies lo afrontan valientes; ya no hay temor. Se aleja de la orilla cubierta de nieve caminando por una capa que con cada crujido amenaza convenirse abajo. No quiero ser yo. Ya no. No quiero estar aquí. No quiero. No para hasta que llega al centro del lago. Allí se deja caer entre recuerdos dela sonrisa del rubio. Se ve en sus brazos. Él le entendió. Supo comprender. Acunó su alma y besó sus miedos. Y ahora está peleando con la parca. Inmisericorde. Sus puños se estrellan repetidamente contra el hielo. De haber alguien con él, le habría parado al percatarse de cómo la superficie comienza a teñirse de rojo. No hace caso a sus nudillos quejándose, ni a la vocecilla interior que ha callado para siempre.

El hielo gruñe.

— Te has pasado. - A pesar de estar casi siempre juntos, Jules y Val suelen disentir. - No es culpa del chico.

— ¿Y qué quieres que haga, Jules? ¿Eres consciente de lo que ha pasado? - Se acerca a él con la cabeza ladeada, incrédula. - Ha muerto. No va a volver. Se fue.

— Sabes tan bien como yo que ella no dijo nada. Ella...

— ¡Ella no estaba aquí, no estaba aquí! Y dejó a Alice morir. ¡Era mi...!

— ¡Era mía también! - Las paredes se estremecen ante el grito. - Al igual que él. Lleva toda la vida con nosotros. Ha cuidado de cada puto crío del grupo a pesar de ser el menor. De todos nosotros. Y no vas a arreglar una mierda repartiendo la culpa. Así que basta. Tenemos que estar unidos.

Los tres chicos están perdidos. Son como los de aquel cuento del chico que volaba con polvo de hadas. Pero no hay isla para ellos, no hay salvación. Sus gargantas están irritadas, sus ojos despiden reflejos. Han de seguir adelante, por los que se quedan detrás, por los que quedan en pie. Cuando salen fuera pueden verle en la lejanía. Está hecho un ovillo.

— Adelantaos hasta la carretera. Ahora os cogemos. - La voz de Dev no admite discusión alguna.

La pareja asiente y empieza a moverse por el camino que les ha llevado hasta allí. Dev por el contrario se interna en el lago. Al llegar junto a él ve una mirada perdida. Al agarrarse las piernas ha manchado los pantalones de sangre. Tiene las manos destrozadas.

— No tenía que ir así. Quería salir, ver el mundo, ¿Sabes? Esto no tenía que pasar. Nadie tenía que morir. - Sus dientes castañetean. - ¿Dónde me he equivocado? ¿Qué he hecho mal? ¿Qué he hecho mal, Devin?

— Soñar. Has soñado mucho... Y es hora de despertar. Pero es mejor no hacerlo en el fondo del lago. Esto no va a aguantar. Hay que...

— ¿Qué sentido tiene seguir? ¿Va a ser así siempre?

Suspira.

— Es hora de irse.

— Solo... Solo necesito un momento. - El otro comprende y emprende el camino de vuelta hasta llegar a la orilla, donde se sienta a esperar cual perro fiel.

Él se incorpora en el momento en que el hielo cede. No tan rápido como para impedirle saltar. Sus entumecidas piernas se mueven a gran velocidad atravesando distancias tan largas como les es posible. Devin se levanta. Las grietas son más rápidas que el chico y se extienden hacia todas partes. Grandes trozos de hielo se separan, se hunden, flotan. Su pie queda atrapado en una de ellas y al sacar el pie pierde la zapatilla.

— ¡No! - Le grita a Dev. Es todo cuanto el otro necesita oír.

Lento. El hielo cede y se lleva al chico con él... Por suerte está cerca del borde y hace pie. Miles de finas agujas atraviesan su piel adormeciendo sus músculos. Al final llega. Al final, siempre llega. Dev le agarra ayudándolo a mantener el equilibrio.


— Te equivocas. - Jadea y tirita tanto que entenderlo supone un esfuerzo casi sobrehumano. Aún así, bajo la sangre, las lágrimas, la rojez sonríe. - Sin los sueños la vida no sería distinta de un coma. Soñar duele, te lo concedo. Pero preferiría morir a dejar de hacerlo... Y ahora vamos a esa puta carretera. Tenemos un hospital que visitar. 

Our Last JourneyWhere stories live. Discover now