Azucena - María Belén Guzmán

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Entre hiedra venenosa y serpientes cascabel 

la acosté,
la toqué,
le hice daño.

Ella lloró,
suplicó,
se imaginaba al borde de la locura.

Y sin embargo,
sólo era producto de su imaginación.

Nunca enloquecería,
o tal vez sí,
pero no sin antes no dormir
por recordar la noche como una prisión.

Ni caminar sin sentirme observarla.

No podrá desnudarse
y al mismo tiempo ocultar sus marcas.

Y de pronto:
lo que yo quería,

ser inmortal
Inolvidable
sin importar a qué precio.

Y ahí estaba ella
escuchándose gritar
sintiéndose culpable
por gemir
y disfrutar.

Preguntas brotaron de sí misma.
Pequeños universos.
Arco iris sin color.
Bosque tétrico.
Era el dolor.

Y ahí estaba ella
eligiendo la muerte.
Odiándome.
Avergonzada.
Formulando una historia creíble
para no contar la verdad.

Y así fue
que todo salió como yo quería.
Así viví para siempre.

Penetrar en ella
para no morir jamás
fue la receta.

Así fue que ella se marchitó
y nunca más
volvió a ser ella.

Ella no era ella
Ella nunca será igual
Ella murió el día que me conoció
para dejarme a mí
vivir lo que no vivió.

Azucena nunca más penetré a una flor igual a vos.

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