El Ogro Urbano - María Belén Guzmán

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Me senté con cautela en el sillón de franela enfrentándome a él mientras interrumpía su merienda individual a la que a rezongadas debió acostumbrarse. Causal fue su malhumor infinito y despreciable, sus dientes amarillos de tanto humear tabaco en narices ajenas y su carácter soberbio de siempre robar la razón (aunque de él no la fuera).
Ya se había convertido en una costumbre verlo con el ceño fruncido, molestado por algo, o escuchar el ruido que le hacía en la cabeza alguna antítesis o simplemente nada, sólo ruido.
Así era él, ruidoso.
Al salir de mi sublime carroza inmóvil en la que despierto cada mañana hábil de la semana, me subo a mi carroza móvil y pública y olorosa para emprender la odiosa rutina. Al atardecer cuando regreso y mi casa se convierte en hogar, aposento cálido de huéspedes tranquilos cuyas venas comparten mi sangre, muebles vivos que con educación no se mueven de su plantón y sabrosos manjares para la merienda comprados en el sucucho del frente; me gusta escuchar alguna melodía, algún sonido cantado por un artista que por amor al arte canta. Y al escucharla siento ganas de moverme el corazón, entono con voz que para mis oídos (sólo para ellos) es nodriza y afinada, los hombros se me relajan, las voces de mi cabeza silencian y las manos me danzan. Esta tarde lluviosa y opaca, de narices con mocos y gente agobiada por desamores o simplemente por la inflación cometí el gravísimo error de invocar al artista que por amor al arte canta mientras el ogro por amor al ruido merienda con un cigarro prendido acompañado solo de voces adentro de lo que para mí, hasta los cinco años de vida, era una caja mágica donde vivían personas.

Su majestad no podría haber sido tan humillado, tan solo él y su merienda conviviendo como pares en la sala que cuando el yacía se tornaba tenue e incierta, un poco con sombra y más negra que blanca, ¿quién osaba de interrumpir al ritmo de Hey You?.

Oh si, era yo que con tanta cautela habíareclinándome sobre la franela del sillón. ¡Qué orondo que hasta el sillón seamás obediente que yo!    

Poemas, Delantal y ProsaWhere stories live. Discover now