17 - Milagros Tamara Santillán

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Volvía a lo de siempre
en el 17
donde podía contar los días
según el contingente,
la presión de los cuerpos,
si hacía calor o
si era invierno.
Por los pasajeros ultrapedorros
o por los futbolistas presumidos
con su lapidante olor a chivo,
o por los chicos de la escuela
los viejos llenos de guita
o llenos de pestes
saliendo del PAMI
que retrasan al chofer
antes de subir
y antes de bajar.
Yo podía imaginar
otra línea de colectivo
que cruzara estratégicamente
la calle donde yo vivía,
también la del chico que me gustaba,
el que yo creía que me tiraba onda,
otra gente copada que me gustaría conocer,
y que nunca nunca jamás

cruzara el pasaje
donde vivían los negros chorros
ni los de mi escuela,
ni de los colegios
sino gente que según mi pensar (tan pobre de cimientos)
podría sostener una empresa
con cuatro o tres usuarios
recorriendo los rincones de la ciudad
que a mí se me antojara llegar,
en todos los horarios.

Así podría haber llegado sana
a la salida del boliche
y no arrastrada
por esos que se percataron
que vivo en la periferia y no tengo vehículo,
que la situación no va a mejorar
ni voy a tener un viejo piola,
que me busque cuando mi estado
me ciegue de lo que ellos esperan de mí
que cuando la paso mal es porque estoy pensando
en el que no se la quiso jugar conmigo
pero no lo culpo de cagón
ni de pijacorta.
Porque el que tengo al lado mío, no me mira
con ojos de pavo enamorado,
y si, mis pretensiones
están más arriba de la cúspide
de la pirámide de Keops,
que ni yo me explico
porque me gustan usar los jeans con agujeros
que andaría de corpiño en la calle
sin que ladren ni me griten
y aunque me pidan que me tape
que no sea por pudor
sino por el estupor
que les cause mi libertinaje.

Volvía a la vida de la que intentaba escapar
volvía donde ellos querían que esté;
que me mantenga firme, trabaje y sea feliz.
Pero para que ellos vean
lo que mis ojos ven
para que escuchen
lo que yo escucho
y para que entiendan
lo que yo les digo
tenía que ir al fondo de la casa
patear los ladrillos
agarrar la pala más herrumbrada
y partirles la cabeza a la mitad
así como yo la tenía
ventilándome el cerebro
todos los días o
cada vez que podía
en mis vicios

porqueno soporto que me marquen el:
esto es hasta acá.
Entonces yo me salía corriendo
con los pies agitados
y el cuerpo sin gravedad
sacándome los dientes
tan simple como el destapar de una cerveza
besándome la frente el suelo
y la vereda haciéndome el amor.

Poemas, Delantal y ProsaWhere stories live. Discover now