La Puerta - Paula Klass

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Una puerta. Está ubicada al lado izquierdo de la pared enfrentada al aula, según mi punto de vista ¡Y cómo son los puntos de vista! Es bicolor, de verde agua por debajo, hacia arriba gris cariñoso y en el medio vaya uno a saber, sólo es interrumpida por un viejo pizarrón a tizas –que, por cierto, ya casi no se utiliza- y como quien da recibe lo mismo, es interrumpida la expresión de ser "pizarrón a tizas" por otro pizarrón, de color blanco, modernísimo, esta vez "a felpón". Así está, una cosa arriba de la otra, y cada vez más me da a pensar que el objeto más viejo es lo inútil. La susodicha puerta algún año tuvo que haber cumplido la función de abrir y cerrar como cualquier otra –y si no para qué es que vino al mundo- pero ocurrió el desafortunado día en el que alguien más decidió el destino de la desdichada: convertirse en una pared. A la pobre le arrancaron sus vidrios a lo largo del tiempo, y al ser pared, molestó tanto que le colocaron un panel de material incógnito –si es que esa palabra está a disposición de escribir- que si la puerta fuera persona parecería un pirata con parche.
Como toda persona seguramente la puerta tuvo sus años de gloria en los que conectaba dos salas separadas y perfectas para que las personas cumplan con su estadía. Y, ¿quiénes habrán pasado por la puerta? Quizás las personas tiranas, personas sensibles, ansiosas, enojadas, gritonas, sencillas, buenas, malas, calmadas o calladas. Quizás personas sin personalidad o personas que no eran personas realmente. Sería bueno saber el porqué de cada clavo en la puerta, quién es el responsable de eso y cómo lo hizo. Tal vez yo tenga la respuesta.
¿Cómo entraban y salían las personas por esa puerta?
La de personalidad tirana entró a la sala en la que la puerta desemboca –precisamente a la sala en la que actualmente estoy- con decisión y la mirada en alto, pasando por encima a lo que vea con solo mirar, abriéndola de lado a lado y dejando las gloriosas alas de la puerta abiertas. La puertita aún en esos tiempos conservaba sus vidrios originales, no estaba escrita ni tenía clavos, todavía conservaba clase y dignidad además de que cumplía sus funciones vitales armoniosamente. El tirano entra y hace lo que tiene que hacer en la sala, luego vuelve a pasar por la puerta y sin cerrar sus alas, ¿debería él cerrarlas?
La persona de naturaleza sensible ingresa a la sala también por la puerta, abriéndola cuidadosamente y sin hacer mucho ruido, lo hace callado, curioso y algo temeroso y como esa puerta no le pertenece tan solo la cierra.
Ahora viene la causa del clavo: la persona ansiosa venía agitada desde la sala anterior a la pobre puerta, parecía asustada, exaltada, algo realmente le funcionaba mal. La sensible aún se encontraba adentro y al escuchar el alardeo de la otra, abrió la puerta con suma cautela y observó la situación, luego abandonó la sala cerrando la puerta con cariño, moderación, tomando suavemente el ahora viejo y usado picaporte, y así le entregaba armonía a ambas salas, esa armonía que luego se interrumpió brutalmente por la ansiedad de la nombrada persona. La segunda logra entrar a la sala y todavía exaltada, trata la puerta con pura violencia, sale hacia la primera sala una vez más y sin ninguna atadura coloca el terrible clavo en una de las pobres alas, ¿y por qué? Las paredes de la primera sala estaban recién pintadas y a la perfección, y no podía arruinarlas, lo que le resultaba más inteligente colocar el clavo en la tristísima puerta pintada de blanco en esas épocas.
¿Habrá alguien que tenga más mala suerte que la puerta? ¡Y hoy en día casi ni es puerta! Además, hay que convenir que se necesita una altura considerable, tanto en lo físico como en lo mental para tener la valentía de atreverse a clavar tan gigante y doloroso clavo en donde no va, y de esa manera tan perfecta para que no se mueva por largos y tristes años. Pero como dice el dicho "no hay mal que por bien no venga" la puerta que ahora es pared lleva ese clavo para ser utilizado como sostén de carteles en las infinitas clases dictadas diariamente.
¿Cómo es que entra una persona enojada a través de esa desafortunada puerta? Lo hace con fervor, agresividad, con fuego en sus manos, quemando el picaporte y al cerrarla, su enojo representa ese ruido tan molesto de vidrio-madera y marco, ese ruido de no respetar lo ajeno que genera también un poco de enojo. Nadie solía respetar la puerta, ni cuando todavía era puerta, o al menos casi nadie. Ni hablar sobre la persona de carácter gritón, ¡mi Dios!, hace exactamente lo mismo que la enojada –hasta se podría decir que ambas eran hermanas o llevaban algún parentesco al menos- y no se sabe por qué lo hace, pero traduce todo ese griterío en la puerta y hace que sus vidrios tiemblen de la brutalidad ajena, sonando así como unos perfectos platillos de una batería, con dolor, nervios, ¡no era necesario! Definitivamente no era necesario causar la primer ruptura de uno de sus dignos vidrios y quién lo diría, fue tal el espectáculo del ruidaje entre el griterío del autor y de los míseros vidrios partidos por una mitosis innecesaria de alguien que no sabía cuidar y callar.
¿Quién hará justicia por ese gran acto de crueldad? No será la persona sencilla quien entra a la sala por esa puerta y considera que la pérdida "no fue tan grave" y que se podía solucionar con quizás un panel de caucho o algo como eso. Ni tampoco será la persona buena, que no solamente perdona a quien causó la muerte del vidrio, sino que también pasa por encima del hecho y hace de cuenta que el vidrio persiste allí, finalmente quien hace justicia es la persona de mal carácter. Es curioso que la persona mala es quien mejores tratos le dio, porque además de colocar el vidrio reemplazante del hecho pedazos, limpió la puerta con gran cuidado y detalladamente y llevó a la perdición todo ese polvo que le causaban a la pobre.
La mala era inteligente: sus actos y personalidad no influían en los tratos hacia los objetos y, ¡¿por qué los objetos tienen que sufrir la personalidad del humano?!
La persona calmada conocía ya la gravedad de los hechos y decidió hacer su pasaje por esa puerta como lo indicaba su personalidad: con calma, suave y normal, tratándola a la puerta como si fuese cualquier otra, como si no supiera que tiempo después esa puerta ya no iba a poder abrirse más. Lo curioso de la historia de "no ser puerta nunca más" es que la idea la tuvo la persona callada: en toda su vida nunca había expresado sus ideas hasta el día en el que finalmente lo hizo y allí dio la célebre frase "coloquemos este moderno pizarrón a tizas aquí, y otra puerta al costado para reemplazar a la principal".
La ideíta le pareció original al resto y entonces así sucedió. ¿Qué problema tenía contra la gran puerta?, nunca la quiso, de hecho la trataba con desprecio, ingresaba siempre a la sala con una queja interna –no hay que olvidar que incluso era callado-. ¡Pobre puerta!, una persona corta en palabras fue su simple karma, llevando a que sea reemplazada porotra que no es ni el doble delo que esta nueva pared y ex –puerta es. Y para colmo que la tratan como pared, ¡tiene que cargar con una pizarra que hoy en día ni siquiera se utiliza!, así se encuentra, en la ruina total sin posibilidad de que alguien pueda hacer justicia como una persona mala alguna vez lo hizo por ella. Así es como detrás de una puerta se esconde una historia desafortunada de un destino tan cruel que podría haber sido evitado de no ser por las malas decisiones que las personas a veces toman. Así es, en esta vida hay que tener buena suerte para todo, incluso hasta para ser puerta...

Poemas, Delantal y ProsaWhere stories live. Discover now