El perfume

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No deja de ser un poco bochornoso, no sabe cómo, tal vez de una manera que le hace evocar un recuerdo que en realidad es otra cosa

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No deja de ser un poco bochornoso, no sabe cómo, tal vez de una manera que le hace evocar un recuerdo que en realidad es otra cosa. Algo se abre dentro de ella pero en lugar de aclarar, todo oscurece. No encuentra la salida aunque la tiene enfrente. Es tan absurdamente sencillo todo que no puede evitar preguntarse si no ha caído en la enfermedad del mundo, en la brevedad de la vida que se alarga a segundos hasta que el hastío llega y despiertas en la cama con un hombre al que conoces de toda la vida pero cuya existencia se te escurre entre los dedos.

Sofía bosteza y le da una pequeña sacudida, él gruñe debajo de las sábanas. No hay un desayuno ni una ventana enmarcando un paraje de ensueño. La vida se va en medios y en ese estado se perpetúa. Ella trabaja de gerente en una tienda de ropa para niños; él es auditor en un supermercado. Se levanta de la cama y se mira los dedos, ha perdido algo. No el anillo, ese lo empeñó hace un par de años y ya no lo pudo recuperar. Fernando dejó de usar el suyo para no hacerla sentir mal, pero ella sabe de sobra que se lo bebió, el cuerpo se lo recuerda, llegó a casa y le dejó una cicatriz cerca del hombro derecho. Y aunque no ha vuelto a tocarla Fernando no recuerda las cosas así; se mueve dentro de él ese algo como una evocación pero que es más acuosa y vaga. Sabe quién tiene su anillo pero ahí se quedará. Sofía había empeñado el suyo para pagar los meses atrasados de la electricidad. Él simplemente quiso olvidar la figura de Sofía y ese otro hombre que no conocía pero que a veces le parecía caminaba a su lado. Todo muy anecdótico aunque mucha gracia no tenía. Sofía ya no prepara el desayuno pero él tiene descuento especial en el supermercado.

—No olvides que toca pagar el agua —dice Sofía mientras se acomoda el bolso en el hombro. Es temprano, pero a veces parte antes para no tener que esperar. Fernando suele salir primero pero no comparten línea de transporte. Debería dar igual pero no es así.

—¿Que no la ibas a pagar tú? —pregunta Fernando. Acababa de salir del baño. No tiene un mal cuerpo a pesar de todo. La misma Sofía lo sabe pero a fuerza de costumbre ha dejado de suspirar.

—Yo ayer pagué la electricidad.

—¿Otra vez?

—Es cosa de cada mes, Fernando, así es esto.

Está por partir pero regresa sus pasos. Fernando no se ha movido, en otro tiempo esos pasos la habrían acercado a él. Qué tengas un buen día, amor. Ahora sólo ha olvidado las llaves; estas tintinean al enredarse entre sus dedos.

—No olvides el pago del agua —insiste ella.

—¿No podías pagarlo todo junto? —gruñe él, no es molestia, sólo una pequeña incomodidad.

—Eso iba a hacer pero ya puesta ahí no me ajustó —se excusa. Como si Fernando no pudiera distinguir entre los perfumes que ella usa cada mañana.

—Regreso tarde, hoy toca inventario.

Sofía no responde. Tal vez si pide dinero prestado pueda hacer el mandado ella.

Relatos de amores y amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora