Capítulo 4.

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Al salir del ascensor, Coral comenzó a dirigirse hacia la oficina de su madre. Por donde vio al señor Blintek irse, pero este dobló unos cubículo antes.
Antes de llegar, Coral vio a su madre en el cubículo de Cartmen, mirando una pila de papeles.

—Hola, madre–.dijo Coral, dedicándole una sonrisa a su madre.—Vine a relevar tu trabajo–. Bromea. Su madre le hecha un vistazo y le devuelve la sonrisa, se levanta de la silla y le da un sonoro beso.—Gracias, hija. Te debo una. Me gustaría que separes estas hojas que están acomodadas en esta pila, y te fijes cuáles debo registrar mi firma.

—Está bien, madre. No te preocupes, regresa a tu oficina que cuando lo tenga todo listo te lo llevo–contestó Coral con una sonrisa amable.

Coraline le dedica una mirada de agradecimiento, y se adentra en su oficina. La ayuda de su hija le vino muy bien, agradece tener una hija tan ejemplar como Coral.  Su secretaria tuvo un percance, a pesar de tener el día muy cargado, le permitió irse. 
Los expedientes de los nuevos clientes habían llegado hace una semana, pero no tuvo tiempo suficiente para ordenarlos todos y registrar su firma, debía entregarselos al jefe esa misma tarde, pero sola no iba a llegar. Aún no había terminado su trabajo con un cliente, pues el día del juicio estaba por llegar y debía de analizar varias cosas para así poder defender al cliente. No tenía tiempo sobrante, pero su jefe a pesar de ser más joven que ella era muy exasperante con las entregas fuera de término.

Había pasado una hora del encuentro en el ascensor, y Kurt no dejaba de pensar en la niña. No podía creer como lo traía hechizado esa pequeña.
Su mirada, la forma en que se sonrojaba, su voz melosa y suave. Le atraía tanto que se volvería loco si no hacía algo.
Sentado en su oficina, dirigió su mirada al gran ventanal. El sonido de la aguja del reloj le fastidiaba. Su cabeza estaba hecha un caos y no se concentraba en su trabajo, la presencia de la pequeña cerca de él y tan lejos a la vez lo agobiaba.

Creó varias sesiones con distintas mujeres para ver si podía olvidarse de esa pequeña ninfa que le había hechizado. Grave error, en pleno juego se imagina su dulce rostro y disfrutaba más que nunca.

Varias noches dió vueltas en su cama, preocupado por el tema. Sentía vergüenza y temor, no obstante,  atrevimiento y extasiado.
Estaba conciente que la pequeña solamente tenía quince años, y él treinta. Ella menor y él, un adulto.
Es abogado y sabe lo que conlleva tener problemas con alguien menor de edad. Más si sus padres son abogados, y los más talentosos de su bufet. Estaba en un grave problema.

Coral ya había apartado gran parte de la pila, había pensado que sería mejor si llevaba una parte para que su madre comenzará a firmar, así le daba tiempo para terminar lo otro.
Se levantó del asiento de la secretaria, y tocó dos veces la puerta, dónde un sutil adelante se escuchó por dentro.
Abrió la puerta y se dirigió al escritorio de su madre, sonriéndole.

—Madre, aquí tienes una parte. Se me ocurrió traertela así no tendrías que firmar todo de corrido–. Coraline escuchó con atención y le agradeció el gesto, vió como su hija salía de su oficina y pensó, que luego del trabajo la llevaría a comer su comida favorita, sinceramente su hija se lo mereció.

Coral volvió al cubículo y comenzó con lo otro, a la media hora terminó de separar los papeles y se los acercó a su madre. Ésta le dijo que si podría alcanzarlos a su jefe, el señor Blintek, pues ella debía terminar un par revisiones a su expediente.

Coral aceptó nerviosa, su madre no notó el pequeño cambio que tuvo Coral. Escuchó con atención las indicaciones de cómo llegar a la oficina del señor y fue hasta allí.

Kurt estaba dando vueltas en su oficina, cuando escucha pequeños toques en la puerta. Extrañado, pues nadie golpea tan suave así, pide que pasen.

** Bratty Princess **Where stories live. Discover now