Capítulo 9

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—Debo admitir que pensaba que nos traicionaría —murmuró Rhett, mirando por la ventana de la caravana.

Alice no respondió. Estaba demasiado nerviosa. Demasiado cansada. Demasiado todo. Solo quería llegar con los suyos, aunque fuera en esa precisa zona.

Estaban todos en la caravana de Charles, mirando por las ventanas. Alice ya había visto que cruzaban el muro. En ese momento, estaban cruzando los jardines principales y se acercaban al enorme edificio principal de la zona.

—Es inmenso —murmuró Kai, asombrado.

—¿Para qué necesitabais tanto espacio? —preguntó Kenneth, arrugando la nariz—. Si sois máquinas.

—Menos mal que siempre estás tú para aportar tu magia —murmuró Trisha.

Blaise y Eve miraban por la ventana con la misma expresión que Alice. Algo de temor. No estaba segura del por qué de ellas, pero en su caso... la última vez que había estado ahí, había visto lo que había creído que era la muerte de su padre. Cerró los ojos un momento cuando vio el muro con marcas de balas, justo al lado de la salida trasera, la del comedor. Su corazón latía a toda velocidad.

Los demás no le prestaban atención. Estaban ocupados mirando por las ventanitas de la caravana. Deseó poder hacer lo mismo. Pero no podía.

Entonces, notó una mano encima de la suya. Rhett. La estaba mirando. Alice se dio cuenta de que estaba temblando.

—Estoy contigo, ¿recuerdas? —le dijo en voz baja.

Eso fue suficiente. Su corazón se relajó al instante. Respiró hondo y, aunque sabía que a Rhett no le gustaba mucho, le agarró la mano con más fuerza, pagando sus nervios con él.

Y, entonces, cuando parecía que no podía ir a peor, Charles detuvo la caravana y se asomó desde el asiento del conductor.

—Última parada, señores pasajeros —sonrió ampliamente.

La mitad del grupo no lo entendió. No sabían lo que había sido el transporte público.

Fue el primero en bajar, seguido de Rhett y de Alice, que lo siguió con el corazón en un puño. Los demás, descansados, los siguieron mirando a su alrededor.

Estaban en la puerta principal de la zona de androides. Alice vio los amplios jardines verdes, los arbustos perfectamente cortados y la grava que conducía a la imponente puerta del edificio blanco. A su lado, se alzaba, serena, la estatua de Eve, la primera androide jamás creada. Eve, la chica embarazada, la miró con expresión nostálgica.

Entonces, del edificio salieron unos cuantos guardias vestidos con ropa mucho más seria que los harapos de Ciudad Central... pero Alice los conocía. Los había visto muchas veces en Ciudad Central. Solo habían cambiado su ropa y su expresión, que era mucho más seria.

Se colocaron en una formación neutral pero defensiva al ver a Charles, abriendo un pasillo desde la puerta.

Y, justo en medio de ese pasillo, apareció Max.

Alice contuvo la respiración un momento al ver que Max se acercaba a Charles tan serio como la última vez que lo había visto. Su ropa también había cambiado. Llevaba un mono negro de la zona de androides. Quizá habían tenido que usar esa ropa. Después de todo, era una buena ropa de combate.

Sin embargo, Alice también se dio cuenta de que Max había adelgazado y le habían salido unas hebras blancas en la barba oscura.

Se detuvo justo delante de Charles. El segundo parecía un niño pequeño a su lado.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora