Capítulo diecinueve | Don't you touch me

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Las pesadillas no eran normales en ella, de hecho, ningún tipo de sueños lo eran y eso siempre le gustó. De pequeña no recuerda ningún momento en el que haya tenido de molestar a sus padres por culpa de un mal sueño ni tener la dicha de soñar cosas bonitas con las cuales alardear por la mañana. Pero desde hace algún par de años algo le atormentaba en lo más profundo de su subconsciente y la obligaban a despertar algo exaltada casi con el corazón en a boca por el terror, pero se convencía rápidamente que no era real y volvía a dormir.

Nunca lo mencionó, nunca se molestó en hablarlo con alguien, ni siquiera con Claire con quien la confianza estaba de más, ni mucho menos con Oliver que más de una vez estuvo presente cuando Silver, aún dormida, pedía a gritos que alguien le despertara. Él lo hacía, preguntaba qué sucedió y ella simplemente negaba regresando a dormir.

Una mirada fuerte, una voz que golpeaba y un agarre que dejaba marcas. Pero esto último se sintió real en su muñeca, aunque más gentil de lo que esperaba y más cálido de lo que una vez anheló. Quiso moverse para zafarse de aquello cuando se obligó a sí misma a abrir los ojos: un techo conocido pero sin malos recuerdos la tranquilizó.

—¿Estás bien? —la voz de Félix la anidó casi al instante recuperando la tranquilidad pero eso no evitó que ella moviera su mano derecha para deshacerse del agarre del chico a su lado. Él no lo prohibió—. ¿Un mal sueño? —cuestionó al darse cuenta que ella estaba casi sin habla.

Silver negó, aunque sabía que no lo creería.

—Nos quedamos dormidos—afirmó, moviéndose un poco para poder ver por la ventana deseando que aún fuese de día. El atardecer teñía las cortinas de la habitación de Félix.

—Sí, al parecer—dijo él, sentándose en la cama acomodándose mejor la camisa que nunca se quitó.

Silver se miró a sí misma y vio como ella estaba vestida también, Después a las decenas de papeles por el suelo que leyeron antes de quedarse dormidos casi sobre ellos; trataban de organizar uno de los viejos guiones de Félix mientras él los reescribía con su ayuda. Una mejor intimidad, le gustaría decir pero se ahorraba el comentario porque no quería traer ese tema a la corta relación que mantenían hasta ese momento.

Se besaban poco, tan poco que hasta podía mencionar a detalle todos esos besos que llegaron a darse hasta ese momento. Los roces eran casi por accidente y las intenciones de llegar más allá no se veían nunca; Silver lo agradecía. Hacía tanto que estaba con alguien de esa manera, y era un problema que quiso sepultar pero no podía. Ni siquiera con el último novio, aquel idiota que la engañó, pudo enfrentar ese miedo que desarrolló. Por un momento se culpó por el engaño relacionándolo con eso, con el pavor y la angustia, pero abandonó ese pensamiento tras las palabras que Claire le dijo una vez: Lo que otra persona te haya hecho a ti, no es tu culpa.

Observó a Félix una vez más, en silencio se disponía a levantar todo el desastre que dejaron, incluyendo la pizza familiar que casi terminaron y que se encontraba fría sobre la alfombra. Sereno, casi podía escucharlo tararear algo en su mente en aquel cómodo silencio.

—Me tengo que ir—dijo ella, interrumpiendo los vagos pensamientos del chico y éste asintió.

—Lo sé, si quieres te acompaño.

—Llegarás tarde al trabajo. —dijo tras ver la hora en su teléfono cuando lo encontró entre las sábanas.

—Me queda de paso.

—No es verdad—rió.

—Si yo lo quiero, sí—lo imaginó sonriendo aunque estuviese de espaldas.

—¿Eso significa que no te desperté?

—¿Con tu pesadilla? —le miró.

Silver asintió lentamente, con algo de pena.

Dulce nada [ACR #4]Where stories live. Discover now