Capítulo uno | Ophelia

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Podía sentir la presión de la azulada mirada de Claire sobre ella, intentaba lidiar con ello pero con cada cucharada que comía de su cereal solo se volvía más pesado, sumergiéndola en una desesperación de la cual no sabía cómo era posible que la rubia pudiese hacer con tan solo verle.

Comenzó a jugar con la cuchara, golpeándola contra el tazón con el mismo ritmo que tenían sus piernas deseando con todas sus fuerzas que Claire se marchara y la dejara en paz.

No entendía por qué el interés... o tal vez sí, pero Silver siempre pensó que su manera de enfrentar las cosas era tan silenciosa que a veces costaba creer que tuviese sentimientos de verdad. No lloraba muy seguido, tal vez la última vez que lloró de verdad fue cuando su madre murió; las lágrimas huérfanas que soltaba para enfrentar sus problemas no significaban mucho para ella así que no las contaba. Ni los problemas con Brad ni sus problemas con Oliver.

Se estremeció al pensar en esos nombres y buscó en su muñeca derecha aquella marca de dedos que eran constantes con Brad. Ya se habían esfumado pero su cerebro aun no podía eliminarlo a él.

—Ya déjala en paz—la voz de Fred cambió el clima de la habitación, Silver miró al rubio en pijama y sonrió por ser su salida.

Con la nariz enrojecida y un pañuelo en su mano probablemente repleto de gérmenes, Fred arrastró sus pies hasta la cocina mientras mascullaba la falta de café en su organismo. Lo escucharon estornudar.

Silver arqueó sus cejas hacia Claire. La rubia rodó los ojos guardando el cereal en su caja mientras negaba con su cabeza; lucía cansada, con su cabello mal atado y la máscara de pestañas corrida marcando más sus ojeras. Recién llegaba de una guardia pero parecía que todo su físico engañaba pues la energía en su voz no se marchaba.

—Te dije que te quedaras en cama—regañó ahora a Fred.

—Sue llegará con Eleanor en cualquier momento—salió él, con una taza de café negro en sus manos y muy sonriente por ello.

—Deja que yo me ocupe de Eleanor—se cruzó de brazos.

Silver sonrió detrás, imaginando que pasaría a segundo plano pero Claire lo notó al instante y le devolvió la mirada de hace minutos atrás.

—Tú no cantes victoria—amenazó—. Fred—volteó hacia él—, no debes acercarte a esa niña con tantos gérmenes contigo.

—Tengo que cuidarla, los sábados me toca antes de la universidad—estornudó y se cubrió con el pañuelo—: Le diré que jugaremos a las escondidillas y la dejaré esconderse y fingiré no encontrarla, así se mantiene lejos de mí.

Claire resopló—: Solo ve a dormir—insistió.

—No es mala idea—Silver se encogió de hombros llamando la atención de la rubia, nuevamente—. ¿Qué? —rio.

—Descubriste que el chico con el que salías también salía con otras tres chicas más, ¿segura que no quieres hablar? —arrastró la silla para sentarse en ella—. ¿Por qué estás tan tranquila? No te guardes todo solo para ti.

—No sé si te has dado cuenta pero... soy de las que sufren en secreto. No esperaba la gran cosa de él, en verdad no esperaba nada.

—Pero te veías tan... emocionada—Claire hizo un puchero—. Lo lamento.

—Era demasiado bueno para ser cierto—intentó reír.

—¿En verdad no quieres hablar?

—¿Quieres que comience a llorar y a comer helado? No, gracias.

—Me siento culpable.

—Deja de sentirte culpable por lo que hacen los demás—enarcó una ceja.

Dulce nada [ACR #4]Where stories live. Discover now