Un, no muy claro, porqué [ACR #1]

Capítulo seis | Tighten Up

—Iré por algo para almorzar —un par de manos golpearon el mostrador haciendo que Wesley se sobresaltara y se alejara despegando la cabeza del libro en el cual que había quedado dormido.

Bostezó y talló sus ojos sin mucha vergüenza ante la chica de cabello negro y falsos mechones azules que estaba del otro lado y quien solo reía al ver el cansancio del castaño que tenía como compañero de turno.

—¿Qué? —preguntó un poco perdido recargando sus codos en el cristal y atendiéndole con la mirada, un poco más despierto aunque sus ojos no querían mantenerse completamente abiertos.

—Iré por algo para almorzar —articuló con exageración y gritando un poco llamando la atención del par de personas que estaban dentro del local—. ¿Quieres que te traiga? —Wesley arqueó sus cejas y asintió con mucha tranquilidad a comparación de ella.

—¿Puedes traerme mis ganas de vivir? —bromeó sin muchos ánimos mientras se ponía de pie para poder buscar en su bolsillo un poco de dinero.

—Lo siento, ni siquiera puedo conseguir las mías —arrebató el billete mal doblado que Wesley había logrado sacar y había levantado para explicarle lo que quería—. Un emparedado con mucho queso y tomate —dijo robándole las palabras de la boca.

—Si... —pronunció no muy seguro aun con la mano en alto. Bufó dejándola caer y tomando asiento nuevamente—. Si puedes, tráeme una galleta, la que parezca tener más azúcar.

—Vale, ahora regreso —guardó el billete dentro de su pronunciado escote y sonrió ampliamente acomodando sus pechos frente a él con bastante burla.

—Amas hacer eso tanto como yo amo verlo... Demonios, es adictivo —entrecerró sus ojos acercándose un poco sobre el mostrador.

—Te doy una razón para vivir este día, Wes —revolvió el cabello del chico alborotándolo más de lo que estaba por culpa de su siesta de cinco minutos.

—Gracias, Camille. Eres mi héroe —recargó nuevamente sus codos sobre el mostrador y cubrió su rostro con sus bostezando, otra vez—. ¿Podrías hacerlo de nuevo? No tengo mucha motivación este día, odio los miércoles —pidió azotando sus palmas en el cristal.

Camille colocó las manos en su cintura y observó al chico analizando su expresión. Se veía un poco demacrado y atrapado en la monotonía la cual llamaba vida. Ella resopló y dejó caer sus brazos como si se tentara el corazón, puso los ojos en blanco y dio un paso acortando la distancia.

—Sé que dije que no pasaría de nuevo pero te veo tan mal que en serio comienzo a creer que lo necesitas; ¿a qué hora terminas tu turno?— habló un poco más bajo.

Wesley frunció sus labios y miró de nuevo el escote de la chica.

—Cinco treinta —respondió—. No creí que lo lograría tan fácil, ¿tan mal me veo?

—El mío a las siete —dijo ella—, y sí, bastante.

—Puedo ser rápido, dame quince minutos —ofertó.

—Solo quedaremos Anabeth y yo, alguien debe quedarse siempre aquí así que le diré que iré al baño —desvió su mirada hacia la chica de lentes que cantaba la canción de fondo mientras acomodaba todo en la sección de rap—. Te quiero a las cinco treinta y cinco en la bodega; en la esquina detrás de los estantes donde dejaste la caja de las tazas de Iron Maiden ayer, donde está el viejo escritorio de la oficina de papá —señaló hacia la puerta que estaba detrás de él. Wesley asintió mordiendo su labio inferior para no reír.

—Creí que sería en el cuarto de limpieza, como siempre.

—No, una niña vomitó en la mañana y Jimmy limpió antes de irse, la verdad no hay un olor muy lindo ahí dentro —arrugó su nariz—. No te aseguro que me gustará ni lo tomes como algo que se convertirá en rutina; es una ocasión especial —le señaló con su dedo índice—. Cuando papá llegue a hacer el inventario de las cajas le robaré la llave para borrar el video de seguridad... Como siempre.