Capítulo 3: El lado bueno de la mansión

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Capítulo 3: El lado bueno de la mansión

Al mediodía mi estómago empieza a rugir y yo miro desesperada las cuatro paredes de la habitación. Se nota que no se ha usado en años, puesto que cuando entré todo estaba lleno de polvo y la mueblería estaba oculta tras lonas blancas. El mensaje es claro: no soy una verdadera Ratliff, tengo que limpiar solita mi dormitorio o, por el contrario, dormir en un lugar lleno de mugre y suciedad.

Solo llevo media hora en esta casa y ya quiero largarme corriendo: tengo hambre y limpiar con hambre no es nada sencillo. ¿Por qué mi poder extra no pudo haber sido la limpieza mágica?

Me dejo caer sobre un sofá, levantando una nube de polvo que me hace toser. Estoy pensando en cómo llegar a la cocina para pedir comida cuando escucho que tocan la puerta.

—¿Quién es? —Frunzo el ceño y me pongo en guardia. Si es Diamantina o una de sus odiosas hijas, las convertiré en cubos de hielo. No estoy de humor para seguir tolerando sus miradas de superioridad y comentarios insultantes.

—Soy Sandra Burns, señorita Ratliff —escucho decir tímidamente a la sirvienta—. Al servicio nos... nos ha parecido raro que no bajara a almorzar y hemos venido a preguntarle si se siente bien.

Aprieto los labios. No me sorprende que Diamantina no se haya molestado en explicar mi ausencia en el comedor.

—No me apetece comer con mi... familia —digo, recordándome que tengo un papel que interpretar si no quiero llamar la atención de los Clanes. Incluso la tímida Sandra puede ser una malvada clannis—. Espero lo entiendas.

—Oh —dice Sandra—, claro que comprendo. —Aunque parece dudosa.

Suspiro.

—Soy hermanastra de Poppie y Grace, Diamantina es mi madrastra y mi verdadero padre se lleva mal con Diamantina. Poppie y Grace odian a nuestro padre por haber engañado a su madre con la mía. Es un poco incómodo sentarme en la mesa con ellas, especialmente cuando ya han hecho demasiado con recibirme en su casa mientras curso este año en el Colegio McIntyre. No me siento demasiado bienvenida.

—Comprendo, señorita Ratliff. —La voz de Sandra suena amortiguada a través de la puerta. Pero es mejor hablar así que dejarla pasar. No quiero que vea todo este caos y se pregunte por qué Diamantina me ha dado una habitación en tan mal estado—. ¿Le gustaría que le sirvamos el almuerzo en su habitación?

Pienso decir que sí, pero se me ocurre algo mejor. Me levanto y me acerco a la puerta mientras hago una pregunta:

—¿El servicio tiene su propio comedor?

Sandra tarda un par de segundos en responderme.

—Sí, señorita. En la cocina hay una mesa al fondo donde come el servicio en sus ratos libres.

—¿Podría comer yo con ustedes?

—Yo... supongo que sí, señorita Ratliff. —Puedo notar que está sorprendida. Abro la puerta, solo lo suficiente para que ella vea mi cara sonriente.

—Llévame a la cocina. Y por favor, llámame Elara.

***

La cocina no debe ser un sitio que Diamantina se digne demasiado a mirar, puesto que de toda la casa, este debe ser uno de los lugares menos modernos de todos. Las paredes y el suelo son de madera envejecida y descolorida; hay varios estantes de madera oscura con pomos desgastados; un mesón enorme cubre el centro de la cocina, donde un cocinero y su ayudante corren de un lado a otro para dar los toques finales a unos adorables cupcakes de chocolate y fresa: el postre. Lo único que parece moderno es el espacioso refrigerador de acero inoxidable, la cocina de seis hornillas, el fregadero y el lavavajillas. Junto a los estantes hay una puerta que dice "Almacén" en un rótulo de madera escrito a mano. Al fondo, de la estancia, hay un espacio sin estantes ni decoración que solo tiene una mesa en deplorable estado con bancos largos de madera en todos sus lados. Hay cuatro personas ahí: uno con botas llenas de barro y camisa a cuadros, un señor barbudo con un overol gris y un sombrero de paja junto a su plato, una chica joven y de gran sonrisa con ropa de sirvienta idéntica a la de Sandra y otra señora de pelo rojo intenso con un uniforme de sirvienta de color azul y con bordados plateados.

Cenicienta. (Cuento de Hadas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora