Capítulo 6: Nieve en Falom.

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Capítulo 6: Nieve en Falom.

—¡Uy, disculpa! —le digo, retrocediendo y entonces me doy cuenta de quién es—. Oliver.

Él me sonríe.

—Hola, hermanastra nueva —me saluda—. ¿Te diriges a la fiesta?

—Yo... —Miro a mis espaldas cuando escucho pasos. Al final del pasillo, veo a Russell mirarme con fijeza, en sus ojos puedo leer la advertencia: debo irme o las consecuencias serán peores—. Tengo que marcharme —digo, volviendo la mirada a Oliver.

Lo esquivo, dirigiéndome hacia las escaleras.

—¿Por qué las prisas? —me dice, siguiéndome—. Me gustaría hablar contigo más, tus hermanastras no son muy dadas a hablar de ti.

—Realmente no tengo tiempo ahora —insisto, subiendo las escaleras. Oliver me toma de la muñeca.

—¿Estás bien? —pregunta, realmente interesado. Frunzo el ceño con confusión—. Me refiero a que si estás bien en la mansión. No veo que pases mucho tiempo con tus hermanas ni con tu madrastra, y escuché que viniste desde Molaff para convivir más con tu familia.

—Pregúntale eso a tus queridas gemelas.

Me zafo bruscamente de su agarre y me dirijo escaleras arriba, aún sintiendo los ojos de Oliver en mi... y los del mayordomo.

Obedientemente, voy directo hacia mi dormitorio. Apenas abro la puerta de mi dormitorio, Sandra se abalanza sobre mi, agarrándome por los hombros y sacudiéndome como una muñeca.

—¡¿En qué estabas pensando?! —me grita con preocupación y nervios—. ¡Mi señora se va a poner furiosa!

Aparto sus manos de mis hombros con delicadeza, manteniendo la paciencia.

—Solamente quería... ir a la fiesta —me excuso, dirigiéndome hacia un sillón, actuando de manera desenfada como haría un adolescente más.

Sandra alza las manos al cielo.

—¡A la fiesta! ¡Te escapaste y desobedeciste las órdenes de tu madre y tus hermanas por una fiesta!

—No es mi madre —replico de inmediato—. Y ellas no son mis hermanas.

—Tu madrastra y hermanastras —se corrige Sandra, acercándome a mí con los ojos abiertos como platos—. Dime que no te vieron.

Titubeo, y eso es suficiente para ella.

—¡Dime que no te vio Russell! —Me quedo en silencio y Sandra pone las manos sobre su cabeza—. ¡Esto es espantoso! ¡Me van a despedir!

—Creo que estás exagerando.

—No, Elara —la voz de Sandra se torna oscura y seria—. Tú no tienes idea de las cosas que puede llegar a hacer Diamantina Ratliff si alguien no obedece sus reglas.

***

El resto de la velada, Sandra se encarga de no quitarme el ojo de encima. No deja de mirar nerviosamente hacia la puerta, como si esperara que Diamantina apareciera en cualquier momento derribando la puerta con un hacha para hacer de verdugo.

Mientras más avanza la noche, peor me siento por lo que hice.

No solamente empiezo a temer por mi escasa libertad dentro de la mansión, sino que empiezo a temer por el empleo de Sandra. A pesar del pánico que le inspira la señora de la casa, Sandra parece realmente amar este trabajo y me dolería ser la causante de su despido.

Alrededor de las once de la noche, decido prepararme para irme a dormir. La fiesta de las gemelas sigue en su máximo apogeo y no parece que se avecine pronto su final, así que me tocará dormir soportando la atronadora música.

Después de darme una ducha, Sandra se ofrece a peinar mi cabello, alegando que le encantan tanto mis rizos rubios que no quiere perderse la oportunidad de peinarme, al igual que le ha tocado hacerlo con las gemelas. La oferta me extraña, pero aún me siento tan culpable por probablemente haber causado su futuro despido que la dejo peinarme.

Mientras pasa con suavidad un cepillo por mis rizos dorados, le pido a Sandra que me hable sobre los demás amigos de Poppie y Grace, aparte de Oliver.

Sandra me cuenta sobre el séquito real de las princesas Ratliff: Aggie Webster, Sissie Gosselin, Romy Petrova y Sienna Rosenhal.

Aggie es una castaña muy bonita, pero con el ego hasta el cielo. Sus padres son los dueños del famosísimo y prestigioso Hospital Webster y Aggie siempre deja claro que estudiará Medicina para heredar el cargo de sus padres (aunque Sandra piensa que le interesa más el dinero que recibe el Hospital que ayudar a las personas).

Sissie es una rubia platino con aspiraciones de modelo. De hecho, ella es el rostro oficial de la Cadena de Hoteles Internacionales Goss, de la cual sus padres son dueños.

Romy es de familia rusa, pero es nacida aquí en Falom. Sus padres tienen su propia firma de abogados, lo que viene bien cada vez que la familia Ratliff necesita un abogado a la mano.

Y finalmente está Sienna, la cual es un año menor que todas las demás. Sienna es algo así como la Heredera del trono del Colegio McIntyre. Una vez que las gemelas y su séquito se gradúen, Sienna tomará su lugar. ¿La razón para elegir a Sienna como la sucesora del legado de las gemelas Ratliff? Una muy simple: Sienna es la hija de Marylin Rosenhal, la Vicepresidenta de Falom.

De esa conversación, pude entender que las gemelas se rodean únicamente de gente poderosa y adinerada. Nadie que no sea importante entra en su exclusivo círculo VIP.

Eso explica por qué no me quieren cerca de ellas: en su mundo no soy alguien importante, ni adinerada. Solo soy el producto de la infidelidad de su padre: una deshonra, una mancha en su familia perfecta.

Al finalizar la sesión de peinado, me dirijo una última vez hacia la ventana para averiguar si ya pronto está por finalizar.

Me asomo por la ventana, viendo a multitud de bailarines, ebrios, un par de parejitas y a varios nadando en la piscina.

Localizo a Oliver charlando alegremente con un grupo de otros chicos, y las amigas de Poppie y Grace están reunidas en un rincón tomándose fotos. Hablando de las gemelas, logro divisarlas en un lugar más apartado, ambas discutiendo acaloradamente. Oh, oh. Parece que las unidas gemelas no son tan unidas como aparentan.

Me aburro rápidamente de mirar la fiesta y decido ir al cuarto de baño para cepillarme los dientes para finalmente retirarme a dormir, cuando capto algo extraño en la ventana.

—Ay, por las hadas —digo bajo mi aliento.

—¿Qué sucede, Ela? —pregunta Sandra desde el sillón donde se ha sentado para recuperar su lectura.

—Nada, nada —me apresuro a calmarla, sonriéndole—. Solo son cosas de fiestas.

Sandra me da una mirada larga antes de proseguir con su lectura en el sillón. Miro de nuevo la ventana, asegurándome de que lo que he visto es real. Abro la manija y estiro la mano, sintiendo el contacto frío de los pequeños copos de nieve que están cayendo del cielo.

Está nevando...

Y es nieve mágica.

Cenicienta. (Cuento de Hadas #2)Where stories live. Discover now