Prefacio

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El arte se manifiesta de muchas formas. La inspiración puede llegar del aleteo de una mariposa o el olor de un expresso recién hecho, del volar de un Diente de León o la aparición repentina de tu canción favorita en la radio.

Artistas, somos todos. De alguna u otra forma, en dosis pequeñas o grandes, pero lo somos. Cuando cantas en la ducha, cuando fotografías una flor, cuando dibujas sonrisas en rostros ajenos y bailas descalzo en la alfombra, eres un artista.

Y como tal, tienes una Musa. Sí, aunque suene extraño y puedas tachar de loco a este interlocutor, la tienes. Puede ser una canción, una puesta de sol, alguien que ames o quien te haya roto el corazón. Puede ser el aroma de una gardenia o el cantar de un ruiseñor, todo aquello que despierte en ti una emoción lo suficientemente fuerte para que la plasmes en tu cuerpo, en papel, en paredes manchadas de color o en gritos a un puente vacío.

Cuando conocí a la mía, lo último en lo que pensaba, era en estar aquí en este momento, escuchando su respiración calmada a mi lado, en el mismo sofá cama desgastado y rojo, que ahora es más naranja que otra cosa. Y yo no buscaba inspiración, puesto que no sabía ni siquiera que podría ser un artista, porque todo lo que has leído, lo aprendí a su lado, porque Joaquín buscaba sus musas en una cafetería y yo...

Yo no buscaba a nadie.

Pero me encontró.

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Muy pronto el primer capítulo... ¡¡Espérenlo!!

Pinceladas sabor chocolate || EmiliacoWhere stories live. Discover now