04: Pay De Limón

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La hermosa chica de pómulos altos recibe su retrato con una brillante sonrisa, tomando la hoja con ambas manos y una amable reverencia. 

Joaquín se despide agitando su mano manchada de grafito por un costado, sin abandonar su rostro esa sonrisa orgullosa. Cuando Catalina aceptó ser dibujada e incluso pidió ver el resultado más tarde, al pintor le brillaron los ojos, porque esa chica irradiaba tanto brillo, su voz rasposa y tonos bajos junto a ese largo cabello rubio anaranjado cautivaron los ojos de Joaquín, quien no resistió tejer entre el cabello de su dibujo, flores de naranjo.

Un rotulador marrón y mucha paciencia, junto a lápices blancos y de tonos naranjas terminaron el dibujo y, su musa de esa tarde, se fue dejando una bonita sonrisa como paga.

Nikolás se despide de ella deseándole una buena tarde junto a su siempre amable “¡Gracias, vuelva pronto!” desde detrás de la barra. La taza vacía a un lado de Joaquín descansa sobre un platito de porcelana y ya es hora de irse, porque además de ser demasiado temprano para su salud, ya no encuentra nada más que hacer en la cafetería.

—Me voy a dormir. — declara Joaquín estirando sus manos con los dedos entrelazados hacia arriba, un bostezo largo y varios parpadeos bajo las gafas. —No debería ni siquiera estar despierto...

Nikolás se ríe, melifluo y bajito, mientras acciona la palanca de la cafetera para servir un Irlandés. —De hecho fue muy extraño verte aquí tan temprano, tu no despiertas antes del medio día jamás.

—Pero algo me llamaba a venir, hyung. — De pie, el pelinegro recoge sus lápices, cierra su bloc y recoge la viruta de la mesa. —Y mira, te dije que soñé con naranjas y me llamaste loco.

—Sostengo lo dicho, su cabello era rubio.

—Rubio anaranjado.

Antes de que el barista objete contra el aparente daltonismo de su amigo, la campanita repiquetea sobre la puerta de entrada, llamando la atención de ambos hacia esta, por la que va cruzando el mismísimo Emilio.

Lleva una camiseta holgada de algodón color azul cielo, pantalones de mezclilla y tenis blancos. Su cabello rubio rizado tan alborotado cómo Joaquín recuerda y como tanto le gusta, enmarcando su rostro de esa brillante sonrisa.

—Me alegra encontrarte. —Emilio se mete las manos a los bolsillos traseros, mirando solamente a Joaquín, al grado de que Nikolás se siente sobrante y prefiere retirarse en silencio, sonriendo.

—Estás de suerte, nunca vengo aquí en la tarde. —Joaquín corresponde esa sonrisa, ajustando la correa de su mochila estampada de los súper héroes de DC Comics sobre su hombro. —También me alegra verte... —lo último lo dice más bajito, con su puño rodeando la correa de su mochila que cruza su pecho y los dedos encogidos bajo sus mocasines negros sin calcetines.

Emilio se aclara la garganta y sus talones suben, jugando nervioso mientras trata de hilar una frase entera. —Yo, bueno, hm, vine a buscarte...

—¿Buscarme? — los ojos delineados brillan bajo las gafas, Joaquín empuña la tela de su pantalón a cuadros bajo sus dedos, su corazón latiendo rápido.

—Sip. — una nueva sonrisa resplandece en su rostro y Joaquín trata de corresponderla, nervioso. Emilio está buscando algo entre sus bolsillos, torciendo los labios. —Tengo... ¡aquí está! — y sujeta orgulloso entre sus dedos, una tarjeta. —Una membresía para el Bubble Tea y hoy sirven mi favorito.

Joaquín se ríe bajito, mirando la tarjeta. —Suena como que eres un cliente importante...

—En realidad, no. — el alto se encoge de hombros.—Aparentemente, solo hace falta ir una vez para que te la den. — la suave risa de Joaquín le genera una enorme sonrisa a Emilio, quien mira hacia abajo al pelinegro. —¿Aceptas ir conmigo?

Pinceladas sabor chocolate || EmiliacoWhere stories live. Discover now