05| Pregúntame si quiero besarte

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PON UN PUNTITO SI EXTRAÑABAS LAS ACTUALIZACIONES DE UMC

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PON UN PUNTITO SI EXTRAÑABAS LAS ACTUALIZACIONES DE UMC. 

—¿Qué demonios te dijo?

Pregunto por tercera vez con los nervios a flor de piel mientras trato de ver la pantalla del celular de David por encima de su hombro. Él gira su cabeza hacia mí y me da una mirada cansada.

—Aún nada.

—¡Entonces envíale otro mensaje! —exclamo, zarandeándolo del brazo. Los nervios están adueñándose por completo de mí.

Esa acción termina con su paciencia.

—¡Acabo de enviarle el mensaje, Dios! —grita, exasperado. Baja el tono de su voz al darse cuenta de ello e inhala hondo a la par que talla sus sienes—. ¿Podrías dejar de preguntar? Me estoy poniendo más nervioso ¡y ni siquiera es mi problema! ¿Sabes cuánto debo quererte para estar nervioso por algo en lo que ni siquiera estoy involucrado? ¡Mucho, así que deja de preguntarme!

No respondo, solo suelto aire y asiento tratando de caminar lejos de él antes de que le arrebate el móvil. Lo entiendo a la perfección, he estado insistiendo desde hace rato y eso solo causa que la situación sea más exasperante. Sin embargo, no puedo controlarme, desde el momento en el que vi la foto mandé todo a la mierda, incluida mi paciencia.

—Lo siento... es que la situación... Uhm —guardo silencio un instante. Estoy tan abrumado como para poder decir algo congruente. Me dejo caer al suelo, sentándome en medio de la cancha de básquetbol—. No hice nada malo —excuso, cansado por todo esto.

Ver la foto fue como mirar todo mi esfuerzo rompiéndose al igual que una botella de cristal que han lanzado contra el suelo: tienes la certeza de que sí o sí, el impacto va a destrozarla. El impacto de esa maldita foto va a romper todo el esfuerzo que he puesto durante todo este tiempo para llegar hasta donde estoy.

Mi corazón pareció haberse detenido un segundo para luego ir a todo lo que da. Sé muy bien que la foto que tomaron no significa nada, es decir, no puede afectarme en la escuela si envían eso a la cuenta de chismes del instituto, sí, sería un drama total, sin embargo, no me afecta en nada, pero si se lo muestran al entrenador... Bueno, ahí la cosa cambia. Y cambia bastante. No es porque esté con un chico (o eso espero), es por el cómo estoy con ese chico y en dónde estoy: nuestra cercanía evidencia por completo lo que pasaba en ese momento y el hecho de que esté en el maldito vestidor del gimnasio lo hace todavía peor.

De todos los jodidos posibles lugares tuve que estar ahí, maldición. Va a joderme todo. Si ellos querían atarme la soga al cuello, lo hicieron.

Conozco las reglas a la perfección y no hablo de las reglas que debes seguir en un partido; en la cancha, sino, las reglas que, como jugadores y estudiantes, debemos cumplir. El estar de la manera en la que estaba con Oliver y dentro del gimnasio puede causarme grandes problemas y en el peor de los casos, puedo perder la recomendación del entrenador. No puedo perder la beca para Mánchester. Si la pierdo, mi esfuerzo de todos estos meses será en vano. Dios, ni siquiera ha pasado y ya siento que voy a morir.

Una maldita confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora