25| Cada pieza en su lugar

54.5K 6.1K 12.2K
                                    

Capítulo 25


—¿Ya tomaste una decisión? —curiosea con cautela—. No te presiono, cariño, solo quiero saber.

Meto la caja de cereal en el carrito de compras a la vez que acomodo mi celular en mi oreja para poder oír bien a mi mamá. Acompañé a Chris al super porque él me lo pidió y no estaba en posición para negarme, es lo menos que puedo hacer después de estar viviendo a su costa. Y en realidad no soy su "acompañante del super" soy "el que hace las compras y tarda varias horas en la larga fila mientras que él se echa una siesta en el auto".

—Ya la tomé, mamá, y sí, sí quiero regresar, pensaba regresar el jueves. —Hoy es martes, así que quedan dos días para eso, pero no estoy del todo seguro si quiero regresar tan pronto—. Aunque creo que... necesito un poco de tiempo, aún no sé cómo mirar a Lana a la cara o qué se supone que debo de decirle.

Escucho a mi mamá suspirar e inevitablemente comienzo a sentirme mal otra vez. No he querido pensar en los problemas que me quedan por solucionar (aunque no funciona del todo), pero sé que debo dejar de evitarlo. Quiero regresar a casa y es patético pensarlo después de haber querido irme de allí desde hace mucho, sin embargo, solo quedan meses para que me vaya de casa y quiero tomar el consejo de mi mamá: quedarme en casa el resto de los meses y disfrutar el tiempo que me queda con mi hermana. Cuando entre a la universidad (si es que obtengo la beca) no veré a Lana por mucho tiempo. Es ahora o nunca.

—Me siento tranquila y feliz al saber que regresas y sé que tu hermana también se sentirá así al verte, ella te extraña mucho. Y yo también.

Una sonrisa quiere crecer de mis labios, pero no logra completarse del todo. Me siento raro al oírla así de afectuosa, no estoy acostumbrado a que lo sea y no creo que me acostumbre. Todavía no me hago a la idea de que ella ha dado la cara por mí ante mi papá, ni que lo haya amenazado de pedirle el divorcio si no me apoyaba. Pasaron dieciocho años para que pudiese sentir el apoyo de mi mamá, y no me quejo, pero tampoco sé cómo reaccionar.

—Yo también las extraño —mascullo al final.

No lo digo por cordialidad, en verdad las extraño, sobre todo a Lana, a mi pequeño demonio que hace mi vida un poco menos infeliz. Voy a lamentarme todos los días por haberla dejado sola. No actué de la mejor manera, le mentí y la herí. Sigo sin saber cómo pude ser capaz de hacerle eso y qué es lo que debo hacer para enmendar mi error. Ni siquiera sé si puede enmendar.

—Espero el jueves con ansias —reconozco la alegría en su voz. Apuesto a que está sonriendo.

Y, aunque yo también quiero hacerlo, no puedo. Todavía hay un poco de duda en mi decisión, además, sé cuáles son los riesgos que corro al volver. Pese a que mi mamá ha aceptado mi decisión, sé que mi papá no lo ha hecho por voluntad propia, estoy casi seguro de que, si fuese por él, me habría corrido de la casa desde hace mucho y no me dejaría entrar nunca. Me hago el fuerte y me obligo a mí mismo a pensar que no me duele, pero es mi papá, al fin y al cabo, siempre va a dolerme saber que no queda nada de la persona que era mi inspiración de pequeño.

—¿Mi papá no te ha dicho algo? —curioseo fingiendo indiferencia a la vez que muevo el carrito de compras por el pasillo en busca de leche.

Hay un pequeño silencio en la línea que me pone los pelos de punta y que advierte con provocarme un metafórico paro cardiaco de los nervios. Continúo buscando la leche entre los pasillos, pero no puedo concentrarme sabiendo que no hay respuesta de su parte, el silencio se ha prolongado más de la cuenta y eso basta para responder a mi pregunta. A mi parecer, hay dos opciones, o no le importo lo suficiente como para haber opinado, o ha dicho algo tan horrible que mi mamá prefiere mantenerse callada.

Una maldita confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora