24|Confuso

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Cuelgo mi suéter en el perchero de la sala, después tallo mis manos con prisa a la vez que soplo en ellas para así entrar en calor. Chris cierra la puerta detrás de mí, pero aún sigo sintiendo el aire helado de afuera. El frío de noviembre no es el peor de toda la temporada, pero sí es el mejor recordatorio de que la estación con la temperatura más baja del año está por llegar. No sé si vaya a poder soportar las ventiscas de diciembre, mucho menos las de enero. Ni siquiera sé si voy a sobrevivir hasta entonces. Y no hablo solo por el clima.

—¿Qué te pareció? —Chris curiosea, tiritando de frío. El tonto olvidó su suéter en casa y se congeló en todo el camino.

También me habría congelado si no fuese porque mi mamá empacó un gran suéter de cuero grueso en la maleta que vino a dejarme. Fue un gran alivio encontrar esa prenda, en especial porque uno de los suéteres que tomé antes de irme de casa era demasiado delgado para estas bajas temperaturas. No pensé en el mal clima de noviembre, solo tomé ropa por impulso. Agradezco que mi mamá haya pensado en que iba a necesitarlo.

No es la primera vez que ella cuida de mí sin que yo repare en ello, a pesar de todo, se preocupa por mí. Recuerdo cómo se las ingeniaba para tener mi uniforme de básquetbol limpio para que usara al día siguiente pese a la lavadora descompuesta, las veces que metía un tupper de comida en mi mochila cuando salía corriendo a los entrenos y no me daba tiempo de comer en casa, cómo se las arreglaba para que pudiese comprarme un par de tenis deportivos nuevos a pesar de que mi papá había dicho que no los necesitaba. Sonrío levemente por ello y luego oculto mi sonrisa.

Quiero mucho a mi mamá. Aunque peleemos, aunque esté cansado de todo, aunque hay momentos donde me pregunto si es recíproco, la quiero. La quiero demasiado.

Me echo sobre el sillón y me quito las botas. Chris sigue esperando mi respuesta, pero no sé con qué frase resumir la mierda de primer día de trabajo. Ni siquiera fue el trabajo en sí el que terminó por arruinar mi día, es decir, limpiar mesas y baños no es la gran cosa, asqueroso, sí, pero nada fuera de lo común, lo realmente agotador fueron los clientes. Es un bar, después de todo, era obvio que habría gente con un par de tragos de más que haría un escándalo.

Desde señores llorando porque sus esposas los dejaron hasta jóvenes discutiendo por los resultados de un partido de fútbol. No sé cómo Chris puede trabajar así. Apenas es el primer día y ya no quiero regresar.

—La atención a clientes es un asco —resumo mi mala experiencia y luego añado—: Odio convivir con personas borrachas.

—Me pasa lo mismo, pero quítale el "borrachas" y lo dejemos solo en personas —suelta una risa nasal y se sienta a mi costado. Le doy la razón, convivir con personas en general es una mierda—. Te acostumbrarás. Normalmente no hay muchas personas, pero los otros condados vinieron el fin de semana para celebrar la Noche de Guy Fawkes.

Una maldita confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora