26|Onsra

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Capítulo 26

La sorpresa me embarga durante un instante, pero no tardo en ser consciente de lo que está sucediendo a mi alrededor; la humedad y calidez de sus labios me traen de vuelta a la realidad en cuestión de segundos y me gritan en mil idiomas que lo que está sucediendo no es un sueño o producto de mi imaginación. Oliver, mi chico bonito, está aquí, él y esto es real y está besándome con ímpetu.

Sus manos acunan mi rostro con fuerza y sus labios atacan los míos con una desesperación casi palpable. Intento seguirle el ritmo, pero su presencia avasalladora no me lo permite, quiere tener el control sobre el beso y yo dejo que lo tenga por hoy. Coloco mis manos en sus hombros mientras permito que Oliver haga lo que quiera conmigo; si quiere asfixiarme, yo mismo le daré la almohada; si quiere tirarme por un barranco, yo seré el que cruce sus brazos por encima de su pecho en forma de equis para luego lanzarme de espaldas; si quiere quemarme, yo iré por los cerillos, cualquier cosa que me pida, lo haré. El aroma sutil de su perfume se cuela en mis fosas nasales y siento una extraña presión en mi estómago, Dios, había olvidado cuánto amaba su olor.

Oliver desciende sus manos por mi cuello hasta que llega a mi pecho, pero, como si no se conformase solo con eso, baja un poco y mantiene sus manos en mi cintura. Siento la presión de sus dedos en mi piel pese a la tela que nos separa, me gustaría decirle que puede tocar bajo mi playera si gusta, sin embargo, no quiero dejar de besarle, no quiero perder ni un segundo más, quiero permanecer en sus labios toda la vida.

Su respiración desacompasada se mezcla con la mía y, junto a ellas, el sonido de nuestros labios uniéndose es lo único que se escucha en la habitación. La temperatura en la habitación comienza a subir y el beso se torna aún más urgente, los dos dejamos en claro lo mucho que necesitábamos estar así. El calor crece en mi vientre y me siento igual que Oliver, no puedo conformarme solo con esto, necesito más, y más, y más, y todavía más. Muerdo levemente su labio inferior lo que permite que tenga más acceso a su boca, él no desaprovecha la oportunidad y lo siguiente que siento es la sensación de su lengua en la mía.

Suelto un jadeo de sorpresa y el contacto de su lengua dentro de mí eriza mi piel, el contacto estimulante agudiza todos mis sentidos provocando que todas las sensaciones sean más intensas y me vuelvan loco, puedo sentir cómo su lengua explora mi cavidad con tanta viveza que tengo que aferrarme a su camisa porque siento que las piernas me van a fallar en cualquier momento.

Mis manos impacientes toquetean su pecho por todos lados, no me importa parecer un desesperado, había ansiado tanto tenerlo de nuevo de esta manera que las manos me hormigueaban al verlo y no poder tocarlo, los días fueron tan dolorosos que era difícil de soportar, y sí, sí soy un desesperado de mierda, pero quién no lo sería si tienes al chico de tus sueños frente a ti, matándote a besos.

La urgencia con la que me besa me hace desear más y más, ya nada es suficiente. De pronto, él camina un poco haciendo que yo retroceda con torpeza también, pero en ningún momento dejamos de besarnos, habríamos seguido retrocediendo si no fuese porque mi espalda choca con la pared. Suelto un quejido por el golpe, pero luego el aire se me atasca en los pulmones porque sus manos inquietas al fin se meten debajo de mi playera y sus dedos fríos se hunden en mi piel desnuda, el roce hace que arquee la espalda contra él.

Un par de jadeos salen de mis labios, pero Oliver los atrapa con los suyos.

—Te extrañé mucho, bonito —murmura con la voz grave, alejándose un poco de mí. Mi corazón da un vuelco.

«Bonito».

«Volvió a decirme bonito».

—Yo a ti, muchísimo. —No sé cómo consigo formular una palabra, pero hago mi mejor intento—. Pero cállate y bésame, imbécil.

Una maldita confusiónWhere stories live. Discover now