Jean intenta confesar su atracción hacia Olivia en una fiesta, pero por culpa del alcohol termina declarándose a su mejor amigo, Oliver.
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Cuando invitaron a Jean a la fiesta de una desconocida sabía que debía decir que sí, sobre todo porque ne...
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Holii, antes de iniciar el capítulo, quiero poner una advertencia porque sé que no a todos les gusta leer esta clase de escenas♡ El inicio del capítulo es un poquititito subido de tono, puedes deslizar hasta la mitad para leer lo que sigue. Hay personas que dirán "naah, he leído cosas más spicy, para qué poner esta advertencia", pero creo que es importante ponerlo, no a todos les gusta, ya sea una escena narrada explicitamente como una más ligera. Respetemos♡
Sabía que era un error haber ido a la fiesta de Sam. Sabía que era un error haberle dicho a Oliver que pensaría en su propuesta. Sabía que era un error haberle propuesto que sacara diez en Matemáticas y sabía que haber aceptado venir a su casa era otro más de los miles de errores que vengo cometiendo desde la llamada desastrosa que tuvimos en aquella fiesta.
Oliver ha sido un error desde el inicio.
Pero el maldito error besa bastante bien.
Más de lo que me gustaría admitir.
Sus labios húmedos se mueven con urgencia sobre los míos, como si hubiese esperado mucho por este momento, con una desesperación casi asfixiante que termina por envolverme por completo y por hacerme sentir satisfecho, porque, aunque yo no lo demostraba, mi cuerpo delata las gana que también tenía de besarlo. Está sujetando mis manos por encima de mi cabeza con demasiada presión, pero sin llegar a lastimarme, tiene sus piernas a ambos lados de las mías, no dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo, solo aprisionándome, como si quisiera mantenerme debajo de él sin darme oportunidad de tomar el mando.
Parece que tiene el control, sin embargo, jamás he sido la clase de chico que le gusta ser controlado por los demás, mucho menos de los que no hacen nada para no serlo. Intento zafarme de su fuerte agarre para poder tomar su rostro con mis manos y de ese modo poder besarlo como me gustaría hacerlo, o, en el mejor de los casos, conseguir apartarlo y así poder darle la vuelta para que sea él quien esté debajo de mí. Esa hubiese sido una excelente vista: él abajo, con el pecho subiendo y bajando a toda prisa, el cabello alborotado, los labios rojos e hinchados y sin el mínimo chance de tenerme a su merced, al contrario, yo sería quien lo tuviese sobre las palmas de mis manos.
No obstante, Oliver no me cede el control, en cambio, ejerce más fuerza sobre mis muñecas y esboza una pequeña sonrisa en medio del beso, leyendo mis intentos por querer tomar el mando y gritándome sin soltar ninguna sola palabra: «sigue soñando, yo soy el que tiene el control».
Es un imbécil. Uno que apuesto se convertirá en mi peor dolor de cabeza.
Quiero gruñir por tratar de dominarme de esa manera, pero lo único que consigo emitir son jadeos que aumentan en cuanto siento que introduce su lengua en mi boca sin pedir permiso, aprovechándose de que iba a maldecirlo. La sensación no es nueva para mí, me he besado con algunas chicas y chicos de esta manera, pero el hecho de que sea el imbécil de Oliver quien tenga su maldita lengua dentro de mí, conociendo cada rincón de mi boca y haciendo que me deshaga entre su cuerpo, me estruja el corazón y una punzada de placer llega a mi vientre. Maldición. Intento agarrarme de algo, pero, evidentemente, no puedo hacerlo porque mis manos están aprisionadas. Aprieto las piernas en un acto inconsciente y mis manos se forman en dos puños, clavando mis uñas en las palmas de estas.
