1. DEUCARD Y PETUNIA 1ª PARTE

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1. DEUCARD Y PETUNIA 1ª PARTE

Mar de Ofaelhon, 29 de xineru del 526 p.F.


Aquel invierno sería recordado durante décadas por su especial dureza, sin embargo, esa mañana, el sol se elevó sobre un horizonte despejado. En aquellas fechas apenas si proporcionaba calor, pero por poco que fuese, la tripulación del barco lo agradeció. Era agradable poder prescindir de alguna capa de ropa para trabajar. Recién rescatados de la esclavitud, no se habían quejado ante lo incierto de su destino, ni ante el lamentable estado del agua o la escasez de las raciones, pero el frío de las dos últimas semanas había estado cerca de producir un motín. Por eso hoy entonaban una alegre canción grupal, mientras se afanaban en aprovechar hasta el último soplo de viento.

«Parecen no ser conscientes de que nuestro viaje al sur nos deparará aún mas frío», pensaba el joven que los observaba desde la cofa del vigía.

Se le veía cómodo, sentado con las piernas colgando del borde del tablado; incluso podría pasar por un marinero. Pero aquel hombre no se parecía a uno. Vestía al modo de los cazadores, ropas de cuero y lana de colores pardos, difíciles de precisar por la suciedad acumulada. Su rostro no se veía mas limpio, o al menos lo poco que se veía bajo la poblada barba y el largo pelo que caía descuidado sobre la cara, en un vano intento de disimular el tamaño de su nariz. No es que su tamaño estuviese fuera de lo común: había sido blanco de demasiadas bromas por ese motivo, aunque hoy pocos se atreverían a soliviantar a este castrense de mirada peligrosa. Pocos fueron los que comprobaron que a veces las apariencias engaña.

La vida de Árzak Kholler'ar no había sido fácil, desde que con doce años tuvo que huir de su hogar dejando atrás a sus padres y todo lo que conocía, y pese a ello, aún mantenía un espíritu afable y amigable. Era el extraño viaje en el que se encontraba, el que provocaba su ceño fruncido. Encontrar unos antiguos diarios que estaban destinados a sacudir los cimientos de las creencias de medio mundo demostrando que se estaba alabando a un Dios, que no es tal cosa. Es decir, enfrentarse contra una religión, la arzonita, y en especial contra sus fieles, entre los que podía encontrarse algún monarca especialmente poderoso y sus ejércitos, para localizar unos libros, escritos quinientos años antes y de los que tenía muy pocos datos. Y todo ello, con el Gremio de Ladrones pisándoles los talones.

«Sin olvidar, que no tengo ni idea de que hacer con los diarios una vez que los encuentre», añadió su parte más racional, antes de que devolviese su atención a la actividad que le había llevado a su atalaya.

En parte por aburrimiento, en parte queriendo dejar constancia de la locura en la que se había convertido su vida, e inspirado por su búsqueda, ocupaba las horas muertas en la mar, para escribir su propio diario. Había comprado uno en el último puerto: un pequeño tomo con tapas de cuero verde, y doscientas hojas en blanco sobre las que plasmaría las aventuras vividas.

Se recostó contra el mástil, y repasó lo último que había escrito; el momento en el que unos piratas del aire interrumpieron su viaje en barco volador hacia la isla de Jenesé, separando sí a su grupo. Posó un tintero junto a él, y mojó la pluma:


Cumbres del Firmamento, Bindia, 19 de avientu del 525 p.F.


El pequeño trasgo y yo nos vimos obligados a viajar en medio de una ventisca por territorio desconocido. Perdidos y desorientados, avanzamos hacia el este, con la esperanza de encontrar algún refugio. Sin embargo Ximak enfermó quedando incapacitado. Seguramente el cederme su energía sin haberse recuperado del incidente en Seberan, le pasó factura.

DEVAFONTE: CIUDAD DEL FINWhere stories live. Discover now