4. "CAS-INO"

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4. "CAS-INO"

Mar de Ofaelhon, 21 de xineru del 526 p.F.


Unos gritos interrumpieron la narración de Arlia y provocaron un borrón en la última palabra que había escrito Árzak. El jaleo venía del camarote de la capitana; según parecía, estaba abroncando a su segundo de abordo. Era la quinta vez en ese día que toda la actividad se interrumpía en el barco y cundía el más absoluto de los silencios, roto solo por el romper del mar y los gritos de aquella mujer enérgica; los marineros miraban expectantes la doble puerta bajo el castillo de popa, e intentaban mimetizarse con el entorno para no resultar visibles cuando ésta se abriese.

Eso no ocurrió inmediatamente: primero las voces fueron subiendo de volumen. Después, varios objetos impactaron al otro lado de la madera; cacharros de metal, algún cristal que se partió y una daga que asomó su punta hacia la cubierta. Los gritos volvieron a aumentar de intensidad, según la pelea se acercaba a la puerta que, finalmente, se abrió con un estruendo cuando la atravesó volando el segundo oficial, Strent Jer.

Strent, pertenecía a una raza, poco frecuente en Geadia, de hombres-tiburón, conocidos también como recárdidos: criaturas de piel áspera y carente de bello, con membranas entre sus dedos y aletas por todo su cuerpo. Estaban habituados a vivir bajo el mar pues tenían branquias (en concreto tres en los pómulos, que tenían el aspecto de cicatrices), pero en ocasiones contadas se podía ver alguno en la superficie, ya que también disponían de pulmones. La mayoría de los varones eran como Strent, monstruos de musculatura desarrollada y más de dos metros de altura: por eso eran muy apreciados para los trabajos más duros y desagradables, además de muy solicitados en los combates ilegales. Éste en concreto fue un esclavo, al igual que el resto de la tripulación, en una galera pirata, en donde se vio obligado a trabajar el triple que los humanos. Se sentaba solo, en una bancada ideada para tres personas, y el barco jamás notó una descompensación en su lado: de hecho, tenía que contenerse para no superar a los tres hombres que tenía en la bancada de al lado.

Tras ser liberado, sus conocimientos del mar fueron muy útiles para la capitana, Nerede Alett: la mujer que le había golpeado y que salía a cubierta chillándole como a un chiquillo. Aquella amazona de pelo rojizo, cuerpo contorneado y lleno de cicatrices, daba miedo por si sola: pero si además la veías plantada delante de aquella mole, que podría aplastarla con solo dejarse caer, y por si fuese poco, gritándole sin parar de señalarle con un dedo que no era más grande que cualquiera de los dientes del recárdido, era aterrador. Y por eso la cubierta parecía desierta, aunque, desde donde estaba Árzak, se podía ver a los marineros escondidos tras los mástiles y los aparejos.


—¡Puto escualo hipertestosteronado! —soltó Nerede, sin trabarse en una palabra, tan enrevesada, que obligó a todo el mundo a repetirla mentalmente, hasta que le encontraron sentido—. ¡Si te digo que bracees el trinquete diez oeste, lo único que espero es que hagas eso, maldito idiota! —Las venas de su frente parecían a punto de reventar, y no paraba de abrir y cerrar la mano izquierda, conteniendo las ganas de volver a golpearle: aunque lo más probable es que se hubiese hecho daño en el primer golpe—. ¡Cuando quiera saber tu opinión, te la pediré directamente! Ya sé yo de sobra de donde viene el viento, cerebro de atún.


En cuanto Strent se giró para obedecerla, ella le propinó una patada en sus posaderas que le sirvió de impulso para de allí. Comprobar como Strent la emprendía con los marineros escondidos, no pareció apaciguar a la capitana, que al darse la vuelta, cruzó la mirada con Arlia y Árzak que, sentados en la escalera, intentaban disimular la risa.


—¡¿Y vosotros dos qué cojones miráis?! —le espetó a la sorprendida pareja, que se quedó de piedra: sin esperar una respuesta, volvió a su camarote dando un portazo.

DEVAFONTE: CIUDAD DEL FINWhere stories live. Discover now