2.DEUCARD Y PETUNIA: 2ª PARTE

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2. DEUCARD Y PETUNIA: 2ª PARTE

Cumbres del Firmamento, Bindia, 20 de avientu del 525 p.F.


Antes de recuperar la consciencia, Árzak sintió un suelo duro bajo él, en un ambiente caldeado que olía a leña quemada. Sin abrir los ojos se desperezo y retiró las mantas de piel que cubrían su cuerpo desnudo. Se sentía descansado y muy a gusto, ni siquiera se preguntaba en donde estaba: una pequeña parte de él había asumido que estaba de vuelta en Perlin, tal vez debido a su último sueño. tapado por gruesas mantas de piel, junto a una chimenea encendida. Estaba en plena forma, asi que se levantó de un salto, sin apenas poder despegar los párpados: se frotó los ojos y solo entonces cuando pudo ver el interior de la cabaña de madera en la que se encontraba, sintió cierta desorientación. Mientras intentaba recordar como había llegado hasta ese lugar, ni quién le había desnudado, tuvo un ataque de pudor que le llevó a recoger la manta del suelo y la sujetó a la cintura.


—Dudo que tengas nada que no haya visto ya —oyó un vozarrón a su espalda—, pero tienes aquí tu ropa.


Árzak se giró y se sorprendió de no haber reparado en aquel gigante sentado a pocos metros. Fumaba una pipa apoyado en una mesa, sobre la que estaba su ropa, limpia y doblada. Junto a el, apoyada en la pared, había un hacha de dos manos gigantesca. «Viendo el grosor de esos brazos, seguro que puede blandirla con una sola mano» pensó, tragando saliva: el hombre no hizo ningún gesto amenazador, pero evidente que ese arma estaba ahí tan a la vista para intimidarlo. Siguió revisando la habitación, exigua en muebles, solo alguna silla y unas pocas estanterías llenas de libros. Sus pupilas brillaron al dar con el objeto de su busca: Askhar estaba apoyada en la pared al otro lado de la mesa, junto a la silla que debería ocupar el invitado. Árzak no sabía si eso era una provocación o un gesto de cordialidad. Miró de reojo a Deucard buscando la respuesta, éste parecía seguir el hilo de sus pensamientos: desvió la vista hacia la espada un segundo y le sonrió, retándole a hacer alguna tontería.

El joven apartó la cabeza, fingiendo indiferencia, y encontró a Ximak, durmiendo junto al fuego, con cara de no haber roto un plato en su vida: no había reparado en él hasta ese momento, por estaba sumergido en un mar de pieles que dejaban solo su rostro a la vista.


—Sobrevivirá —aseguró Deucard, cargando su pipa—. Los trasgos son mas fuertes de lo que parecen.

—Lo sé —murmuró Árzak, con la vista perdida en su compañero: «si no hubiese sido por el estaríamos muertos...».

—Vístete y siéntate conmigo. Podremos hablar con un poco de pan y vino caliente.

—¿Esto es una especie de juicio informal? —dijo Árzak, acercándose para ponerse los pantalones.

—Podríamos llamarlo así..., —asintió Deucard, pensativo: salió de la habitación para regresar al momento con una bandeja en la que había pan, mantequilla, dos vasos y una jarra humeante—. Pero ten por seguro que la sentencia seria muy formal —añadió mirando de reojo su hacha.


Árzak termino de vestirse, sin perder de vista su arma, y se sentó a la mesa. Estaba muerto de hambre, pero dudó si empezar a comer: Deucard sonrió y le invitó a empezar con un gesto de la cabeza. Sentado frente a él, se sirvió un vaso de vino, y siguió fumando viendo como daba cuenta de las viandas.


—Puedes empezar cuando quieras —dijo Árzak, sin parar de masticar.

—Estaba pensando en como abordar el tema —contestó Deucard, rascándose la calva—. Voy a situarte y así acabaremos antes. Petunia y yo estábamos buscando a un grupo de furtivos, cazadores de dragones si me entiendes, cuando mi chica localizó el olor de un humano, que claramente había matado un dragón recientemente.

DEVAFONTE: CIUDAD DEL FINOù les histoires vivent. Découvrez maintenant