7. LA RUTA DEL XEVE: 2ª PARTE

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7. LA RUTA DEL XEVE: 2ª PARTE

Perlin, Norte de Gallendia, 13 de avientu del 524 p.F


Árzak trató de ignorar el reguero de sangre que, mezclado con lalluvia, le caía por la frente y deslizaba por la nariz, pero cuandole entró en el ojo izquierdo no pudo evitar el reflejo de limpiarsecon la manga. Por supuesto, Terg aprovechó ese descuido paraabandonar su escondite y atacarle desde el lado ciego. Era solo unentrenamiento, pero no por eso el ataque del demonio iba a serliviano: si la enorme espada le alcanzaba de lleno, tal vez no lematase (nunca se podía estar seguro de eso cuando se trataba conaquel enajenado), pero desde luego le iba a hacer mucho daño.

Solo en el último segundo, Terg pudo entrever como se dibujaba unasonrisa socarrona en los labios del muchacho. Justo a tiempo paradetener su carrera en seco y esquivar la estocada envenenada que lelanzó el muchacho, haciéndose a un lado con elegancia. Cuando elenvite se convirtió en un barrido lateral, saltó hacia atrás paraevitar acabar cortado en dos y de paso imponer una distancia entreambos. Necesitaba un par de segundos para solventar un pequeñodebate interno: no estaba seguro de cómo reaccionar pues dossentimientos chocaban en su interior. La treta de Árzak enorgullecíaa su mentor; al fin parecía que el chico había aprendido algo, peroesa sonrisa... Un error que le había costado el golpe, y que parecíael signo de un nuevo rebrote de la soberbia que creía haber erradicoen el mismo momento que apareció ante su puerta: aquel muchachohuérfano y perdido que pese a lo precario de su situación teníalos arrestos para enfrentarse a él. Tenía que reconocer que aquellaactitud le había ganado; ese era uno de los motivos de que hubieseaceptado a entrenarlo, pero tampoco iba a aceptar que un cachorrohumano se riese de él con impunidad.

Incluso en aquel momento, mientras que Árzak se abalanzaba contra élpara no perder el impulso de las primeras acometidas, su muecatriunfal no se había desvanecido. «Tal vez sea la hora de unrecordatorio», pensó el demonio al tiempo que elevaba sobre sucabeza el enorme espadón con un sola mano, una postura demasiadoexpuesta y tentadora para cualquiera instruido en el arte de laesgrima: y Árzak lo era.

Cayó en la trampa, y se abalanzó con ímpetu ante tal abertura enlas defensas del demonio. Solo fue consciente de su error cuando suespada estaba a tan solo unos centímetros del pecho de Terg. Fueentonces cuando vislumbró la sonrisa socarrona de Terg, pero ya erademasiado tarde. El espadón descendió tan rápido, que solo pudoevitarlo tirándose a un lado, y cuando impactó contra el suelo,éste reventó con tal virulencia, que el joven pensó que el mundohabía reventado a su alrededor. Se vio envuelto en una vorágine deataques desde todas las direcciones; la fuerza de la explosión, loscientos de piedras que le golpearon, la onda expansiva que le hizovolar decenas de metros e impactar contra un muro que se derrumbósobre él: fueron tantos los impactos, y en tan corto espacio detiempo, que no sabía precisar cuál fue el que le hizo perder laconsciencia, o tal vez fueron todos a la vez.

La última imagen que registró su cerebro, era la aviesa sonrisa deTerg, esa eterna sonrisa, siempre preludio de algo horrible. Y en unser tan voluble e irascible, el concepto "algo horrible" podíair desde un comentario despectivo o cruel, hasta el homicidio o latortura, pasando por las palizas aleatorias. Árzak estaba tanacostumbrado a lidiar con esa faceta del demonio, que casi habíaolvidado que en cualquier momento podía volverse contra él.

Todo se volvió negro a su alrededor, pero se sorprendió maldiciendosu candidez. No porque no fuese consciente de que había pecado deexceso de confianza, sino porque no era normal poder pensar cosasestando inconsciente. No veía nada y su cuerpo no le respondía,aunque si podía sentirlo, igual que la brisa o el pesado hormigónque le oprimía las costillas rotas: «Argh», como si aquello lehubiese servido de recordatorio, el dolor se extendió desde el torsopor todo su cuerpo, brazos, piernas y cabeza, por un enorme cantidadde magulladuras, contusiones y huesos rotos, que hicieron que toda susangre se acumulase en el estómago provocándole una náusea. Con elmareo no pudo discernir desde donde llegaba, pero oía la risa deTerg, satisfecho con el resultado de su castigo. Y de pronto la risamurió en su garganta con un jadeo ahogado.

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⏰ Last updated: Jul 15, 2016 ⏰

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DEVAFONTE: CIUDAD DEL FINWhere stories live. Discover now