3. LOS JINETES TALEMOS

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3. LOS JINETES TALEMOS

Mar de Ofaelhon, 21 de xineru del 526 p.F.


Árzak cerró el diario de golpe y lo guardó. Se levantó y saltó desde la cofa: a mitad de la caída, liberó la energía liberada friccionándola contra el aire, reduciendo así la velocidad. descendió a la cubierta del barco. Los marineros se volvieron hacia él alertados por el golpe que dio en la cubierta. Al reconocerlo le saludaron y volvieron a su trabajo; no era el capitán, pero sí la persona que les había prometido un salario. Esa perspectiva inspiraba un gran respeto hacia su persona por parte de una tripulación muy motivada al poder ganarse un salario cuando, tan solo unas semanas antes, eran esclavos de los piratas.

El joven recorrió el barco con la mirada, de popa a proa, buscando a alguien en concreto: no le costó diferenciarla de los marineros apoyada en la batayola de estribor, con sus verdes cabellos agitados por el viento. La visión de la mave le dejaba sin aliento y sentía la continua necesidad de estar con ella, algo que intentaba controlar para no agobiarla a ella y no alentar rumores entre el resto del grupo. Se sentía víctima de un enamoramiento irracional hacia una criatura muy distinta y desde demasiado pronto: no necesitaba que los demás se lo dijeran y no quería oírlos.

Se habían conocido un mes antes, cuando ella estaba encerrada en una jaula de esclavos, de la que él la ayudó a escapar. Ya durante ese primer encuentro el mundo pareció detenerse a su alrededor, desde el momento en que posó la vista en ella. Al principio asoció su embelesamiento con el poder de la voz de la mave: ella trasmitía con sus palabras, de forma involuntaria, sentimientos que calaban en los que la oían. Pero con el paso del tiempo tuvo que admitir que, a pesar de la naturaleza de esas influencias, su atracción era inmutable.

Detuvo sus pasos a unos metros de la mujer y la observó embelesado. Sus rasgos eran delicados y los nervios que atravesaban su piel verde redondeaban y resaltaban sus facciones. Estaba lo suficientemente cerca para captar su olor, un aroma a hierba recién cortada que le provocaba reacciones encontradas: por una parte le relajaba haciéndole rememorar su infancia en Norden, pero a la vez le hacía hervir la sangre de pasión.

Arlia Buenabruma se había convertido en alguien muy importante para él en muy poco tiempo. Hacía lo posible para disfrutar de su compañía, aprovechando cualquier excusa que se presentase para estar con ella y fingía indiferencia en los momentos en los que estaban separados, cuando en realidad todos las fibras de su ser le pedían buscarla.

Cuando se acercó y ella se giró para recibirlo, la sonrisa que le dedico le robo todo el aplomo.


-Ho...Hola -balbuceó, saludándola tímidamente con la mano.

-¡Hola! -rió ella, divertida-. ¿Como diría Zas? -Inclinó la cabeza y apoyó el dedo en el labio mientras pensaba-. ¿Te has... atacado?

-Atascado -respondió Árzak, devolviéndole la sonrisa y apoyándose en la barandilla junto a ella.

-¡Eso quería decir! -protestó ella, fingiendo un puchero.

-Jeje. En realidad te estaba buscando.

-Pues ya me has encontrado -dijo Arlia, ampliando su sonrisa: ella también disfrutaba de la compañía del humano.

-Estaba a punto de escribir tu parte..., -comenzó Árzak, sacando el diario que estaba escribiendo.

-Oh, ¡¿en serio?! -al hablar, Arlia dio un pequeño salto, incapaz de contener su curiosidad-. ¿Puedo ver lo que escribes? Así te ayudaré cuando te quedes "atascado".

-No tenía intención de volver a atascarme. Pero será un placer.


Ambos se sentaron en las escaleras del castillo de proa. Árzak sacó el diario, lo abrió y se dispuso a escribir con Arlia a su lado, pendiente de lo que hacía. Estaba tan cerca, que podía sentir el calor de su cuerpo: una situación que estaba dispuesto a alargar todo lo posible. Mojó la pluma, y comenzó por la fecha en una página en blanco:

DEVAFONTE: CIUDAD DEL FINWhere stories live. Discover now